Mayo, 19 lunes
No hay nada nuevo bajo el sol. Desde tiempos
inmemoriales en todas las culturas algunas ciudades han destacado sobre otras.
Unas, por su capacidad intelectual; otras, por su belicismo; las hubo, también
que destacaron por su vida licenciosa o por dar riendas sueltas a sus
caprichos.
Atenas, probablemente, sea la que mejor
literatura tiene en la historia. El siglo V, conocido también como el siglo de
Pericles, su gobernante que amparó el nacimiento de la Democracia, no como
ahora la entendemos sino como en aquel que fue embrión que nos trajo hasta
aquí. Allí nació la Filosofía, florecieron las artes, la arquitectura…
Esparta fue su antítesis. Era la ciudad del
sacrificio. El espartano, -quizá su terreno pobre también le empujaba – era un
ser parco, austero y luchador contra las ciudades cercanas y también y, era lo
más importante, contra sí mismo.
En el otro lado del platillo pueden estar
otras ciudades más alejadas en el espacio. La Biblia habla de Babilonia como
una ciudad hedonista y amante del placer donde sus ciudadanos aprovechan las
aguas del Trigis y el Éufrates para llevar una vida mejor que todos sus
vecinos.
Habla también de las ciudades de lujo. Destacan por
su riqueza, y aunque no todas, ciertas ciudades se mencionan por su abundancia
de bienes materiales y su estatus social, que las convierte en ciudades de lujo. Entre
ellas, Nínive, Corinto, Séforis y Tiberíades.
Nínive en
el Antiguo Testamento se describe como una ciudad llena de tesoros con una
abundancia de artículos valiosos. Está al norte de Mesopotamia – tierra
entre dos ríos – y sus habitantes conscientes del lugar que habitan sacan el
máximo provecho, sobre todo, de su formación militar. Se le atribuye ser los
primeros en fabricar armas de hierro. Los hacía invencibles.
Corinto
es una ciudad que aparece en el Nuevo Testamento, gracias a las cartas que san
Pablo les escribe a sus habitantes. Corinto es una ciudad con dos puertos. La
convertía en un importante centro comercial y, por lo tanto, con gran riqueza y
actividad económica.
Séforis
y Tiberíades, en el tiempo de Jesús, se destacaban por sus casas de lujo, con
ventanas amplias, triclinios y atrios para honrar a los invitados, demostrando
la riqueza de sus habitantes.
Dentro
de la perversión Sodoma y Gomorra se llevan la palma. Sus pecados son tan
horrendos que según cuenta el Genesis eran imposibles de redimir. Son
destruidas con “azufre y fuego” debido a su
maldad.
Mas cercana, en la historia, Roma, la ciudad del desenfreno y
las orgías. En nuestros días, Paris, Nueva York o Miami, paradigmas del lujo,
del dinero y del capricho desenfrenado.
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