lunes, 23 de diciembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Candelario en invierno

 


                    Sierra de Candelario



¿Te acuerdas? Era un día como hoy, y también, lunes 23. Queríamos llegar a Álora para Nochebuena. Habíamos pernoctado en Salamanca en el hotel Monterrey en calle Azafranal entre La Alamedilla y el Convento de San Esteban. Regresábamos de la boda de Maruja y Luis…

Soplaba, a media mañana de diciembre, el viento helado del norte. Venía del Campo Charro, había cruzado Béjar y por el Puerto iba - antes pasa por Baños de Montemayor - a Hervás. Por el río Ambroz toma el camino de Plasencia; por el de Honduras, al Jerte…

Un pequeño desvío y nos llevó a Candelario. Una mujer de ojos y pelo negro, como venida de mucho tiempo antes, me apuntaba con su dedo: “¿Ve usted aquella cumbre, casi rozando el cielo? Es la Covatilla”. El cielo era azul y limpio; el aire frío, muy frío. Por la calle corría un río de agua clara con los bordes llenos de carámbanos…

El rumor del agua saltarina ponía una nota de música diferente en estos pueblos que en los meses de invierno parecen fantasmas. No había nadie en las calles. Por las chimeneas apuntan columnas de humo tenues, diminutas. Dicen que allí dentro hay vida. Por fuera no lo parece.

Están las paredes llenas de musgo. Las resguardan con tejas colocadas de manera invertida – ‘para que no se retenga el agua ni la nieve’-. Las casas son de granito. Muros recios; balconadas con madera de castaño. Piedra, madera y agua.

 Las ‘batipuertas’, cerradas. Pregunto. Me dicen que es para protegerse de la nieve. “Porque antes nevaba mucho; más, que ahora, ¿sabe?” Y, ¿el gancho de hierro? “para que un hombre, sin ayuda, sacrificase una res”. Candelario elabora una industria chacinera de renombre.

Candelario tiene muchas fuentes y una Casa Consistorial soberbia. Es del XIX y si el refrán dice que ‘arreglado a la choza es el guarda’ este pueblo canta que tuvo mucha riqueza desde siempre. Lo pregona, también, el templo. Lo dedican a la Asunción de María.

Entre Candelario y Béjar crecen castaños, hayas y robles. Estaban despojados de hojas El invierno incipiente ya los ha dejado sin hojas y como la tierra por estos parajes es tan fría, también, están helados los helechos y hay peligro, por escarcha, en la umbría de la carretera.

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