viernes, 13 de diciembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ítaca

  


13 de diciembre, viernes. Ítaca es una pequeña isla, al sur del mar Adriático, en el mar Jónico. Algo así como un brazo de mar que acoge una porción de tierra montañosa e inhóspita, pedregosa y con pocas condiciones de vida que no fuese lo que podía sacar del mar. De allí, dice la historia que fue rey Ulises.

De no ser por el padre Homero que dicen que era ciego y escribió la Odisea, o sea las peripecias que sufrieron después de la guerra de Troya aquella colección de seres míticos que se las dieron por navegar por los mares cuando regresaban a su tierra. Ulises era uno de ellos. Su ilusión era volver a Ítaca donde esperaba Penélope.

Cuentan que Ulises y sus hombres navegaban por aguas unas veces turbulentas; otras, suaves y placenteras donde rielaba la luna las noches claras o el sol de la mañana, cuando elevado sobre el horizonte, seguía su camino, hasta que, llegada la noche, se encondía por detrás de las montañas y, mientras, los hombres dormían y soñaban.

Remaban, esperaban vientos favorables y otras veces quedaban anclados en la serenidad del mar esperando vientos favorables. Los mares, en ocasiones, estaban llenos de peligros. Unas veces eran otros hombres – aún no se llamaban piratas - y otras unos seres con forma de pez y medio cuerpo de mujer. A esos seres las llamaban sirenas.

Ulises que era el responsable de llevar a aquellos hombres y a la embarcación hasta Ítaca les dijo que aquellos cantos, cantos de sirenas, los llevarían, invariablemente a la muerte. Él para no dejarse embaucar y echarse en los brazos de aquellas hadas decidió amarrarse, fuertemente, al palo mayor de su embarcación y les convino a todos que nunca, nunca, se dejasen llevar por esos cantos.

En el siglo XXI, hay cantos bellísimos que seducen y engañan a muchos hombres de buena voluntad y los llevan por otros caminos – de tierra o de mar, da lo mismo – que no son los caminos que llevan a generar el bienestar a todos los demás hombres, sino que conducen a su propio bienestar por encima de lo que un principio se creyó que era el bien de la comunidad.

El hedonismo – dicen que eso y la autocomplancencia se dan la mano – el egoísmo, el desentenderse de las necesidades de los demás que precisan de atención y de socorro es propio de estas personas que tienen bellísimas palabras que todos firmamos y comportamientos que se rechazan. Son los cantos de sirenas que amenazan sin que nos demos cuenta… mientras Ulises sueña que un día llegará a Ítaca.

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