lunes, 9 de diciembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Quién es Juan de Mesa?




9 de diciembre, lunes. El verbo, en presente - “era”, es pasado y cuando la obra, en este caso, las obras, sobreviven al autor – hay que usar el presente para reseñar su actualidad asombrosa.

“Sevilla tuvo que ser”, lo escribió trescientos y pico de años después, Carmelo Larrea, en un bolero. En este caso, en 1620 fue la ciudad donde ‘bebió’ y luego, desplegó todo su arte.

Juan de Mesa y Velasco nació en Córdoba en 1583. Se trasladó a Sevilla y entró como aprendiz en el taller de Juan Martínez Montañés. Algunas de sus obras se han atribuido a su maestro, al que dicen, superó  en la expresividad de algunas de sus imágenes.

En 1620 talló una de las más sublimes – algunos críticos dicen que la supera el Cristo de la Misericordia de Vergara – y que cada noche de Viernes Santo siembra el silencio a su paso por las calles, lo tituló Nuestro Padre Jesús del Gran Poder.

Un documento de carta de pago encontrado en 1930 recoge que recibió “dos mil reales de treinta y cuatro maravedíes cada uno” en una relación cerrada en 1620. Este testimonio deja claro su autoría descartándose ya definitivamente la del maestro.

Nuestro Padre Jesús del Gran Poder es de una expresividad única. Su rostro, sus ojos, su cara… reflejan el dolor aterrador de la derrota del hombre que camina – literalmente camina – hacia un suplicio seguro que crea en el espectador que se acerca a su figura, además de la compasión, una especie de terror interno, de zozobra y de culpabilidad y arrepentimiento ante el sacrificio inminente.

Alguien dijo que esa agonía sube por la garganta, rompe en las mejillas y parece que se quiere escapar por la barba. Es la muerte lenta del hombre que no puede respirar porque tiene los pulmones desechos – Juan de Mesa murió de tuberculosis – y que es un reflejo de su propia enfermedad que ya apuntaba.

Su mirada al suelo, su caminar lento e inflexible hacen que su espalda se incline hacia adelante por el peso de la cruz, al mismo tiempo que refleja el dominio del imaginero. Supera la madera de cedro y la peana de pino de Segura y provoca en el creyente los sentimientos que ya pedía el Concilio de Trento.

El Gran Poder en la calle es una catequesis viva, y algo más. Es lo sublime del Barroco que en la Sevilla del siglo XVII acoge a artistas como Juan Martínez Montañés, Ruiz Gijón, Francisco de Ocampo, Pedro Roldán… o el propio Juan de Mesa a quien acoge la iglesia de San Martín tras su muerte, con cuarenta y cuatro años, en 1627

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario