lunes, 2 de diciembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Greco y Toledo



    

2 de diciembre, lunes. Nació en Candia (Isla de Creta), en 1541, donde vivió hasta los 26 años en que marchó a Italia, a Venecia donde perfeccionó su arte con Veronés y Tiziano; luego, pasó a Roma. Estudió en manierismo de Miguel Ángel que aunque ya había muerto su influencia aún era enorme. Todo ese tiempo se encierra en diez años. Hasta entonces se conoció por su nombre de pila, Doménikos Theotokópoulos.

En 1677 vino a España, afincado en Toledo, el pueblo lo reconocía por su origen y lo llamaba “El Greco”, o sea ‘el Griego’. Se identificó de tal manera con la ciudad que captó su misticismo y lo transfiguró a su obra.

Su formación, muy compleja. Los inicios se identificaron por su perfección en los iconos bizantinos; de los maestros venecianos aprendió la mezcla de colores sin que, hasta ahora, ningún pintor haya conseguido ni siquiera un acercamiento ni a su técnica ni a su cromatismo.

En Toledo su pintura marcó un estilo tan diferenciado que ni se parecía a nadie ni ningún otro pudo acercársele. Quizá el más próximo a él, su hijo Jorge Manuel, pero tan lejano a la obra de su padre que no pasó nunca al primer plano de la pintura. Optó a llevar su obra a El Escorial pero al rey Felipe II no le gustó su pintura.

El doctor Marañón ha estudiado profundamente al personaje y a su legado pictórico. Dice de él que la simbiosis entre el artista y la ciudad fue tan grande que el Greco no habría alcanzado la perfección que obtuvo de haber vivido en otra ciudad.

Allí conoció a doña Jeromina de las Cuevas – la pintó en el cuadro La Dama de Armiño, y luego como modelo de diferentes Vírgenes – fue la madre de Jorge Manuel pero debió morir pronto porque en el inventario del testamento de El Greco no aparecen utensilios de mujer de lo que se deduce que él vivía solo sin acompañamiento femenino.

Dice el doctor Marañó que para la colección de apóstoles tomó como modelos a enfermos mentales del Hospital de Afuera de Toledo y alcanzó tal perfección que la obra supera a la realidad.

Quizá su cuadro más conocido es el Entierro del conde Orgaz, donde la profundidad, el colorido y la distribución de los personajes alcanzaron cotas que ha hecho que se considere como una de las obras maestras de la pintura universal.

El Expolio, que se muestra en la sacristía de la Catedral (no se ha superado el color carmesí de la túnica de Cristo), Fray Hortensio de Paravicino, el Caballero de la mano en el pecho… Murió en 1641

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