jueves, 12 de diciembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Saulo de Tarso

 



19 de diciembre, jueves. Saulo era un hombre poliédrico. Ciudadano romano (civis romanus sum, alegó en su defensa) nacido en Tarso,  Cilicia, el año 5 de nuestra Era, con raíces judías, de la tribu de Benjamín,  seguidor de la secta de los fariseos. Tuvo una educación helenística.  Hablaba arameo, griego y, probablemente, latín.

Tarso fue un importante puerto de mar, con ascendencia hitita, pueblo guerrero venido desde Asiria, que en la Edad de Hierro descubrió las armas de metal, invencibles para los otros pueblos de la zona y, sobre todos, para los babilonios, sus enemigos, que vivián en Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates.

Tarso se comunicaba con la meseta Central de Anatolia por un estrecho desfiladero conocido como las Puertas Cilícicas por donde fluye el río Gokoluk. Lugar de tránsito para la expedición de los Diez Mil descrita por Jenofonte en la Anábasis, Alejandro Magno y la Primera Cruzada. Pablo de Tarso paso por allí camino de la provincia romana de Galacia, donde se vivían los gálatas (procedían de la Galia) a los que escribió una carta (Epístola).

Los fariseos defendían la pureza sacerdotal, los rituales del Templo, y creían en la resurrección de los muertos. Los saduceos, sus enemigos, negaban la inmoralidad del alma, la resurrección, y la existencia de los ángeles.

Saulo, odiaba a los seguidores de Jesús de Nazaret (cristianos) a quien seguían muchos judíos. Se trasladó a Jerusalén y pidió a los rabinos autorización para ir a apresar a los creyentes de la nueva religión asentados en Damasco.

Pudo seguir dos caminos: por la actual Jordania o por tierras cercanas a la costa próximas a Haifa y los Altos del Golán. Una luz lo cegó y lo arrojó del caballo. Con los ojos abiertos, no veía. Una voz le dijo: “Por qué me persigues? Pregunto: ¿Quién eres? Jesús al que tú persigues, respondió. Ve a Damasco preséntate a Ananías y te curará”. Así lo hizo. Pasado tres días de curado, recobró la vista, recibió los dones del Espíritu Santo y desde ese momento se va a llamar Pablo. Los judíos quieren matarlo; lo deslizan en una canasta, de noche, por la muralla de la ciudad.

Es el apóstol de los gentiles. Escribe epístolas a los seguidores de la nueva religión que viven, entre otras, en Tesalónica, Corinto, en la Galacia, Éfeso, Filipos en Macedonia o Roma… Les aconseja, les ayuda a perseverar en la fe. Murió decapitado en Roma. Ah, éste fue quien escribió: “Podría hablar todas las lenguas de los Ángeles si no tengo Caridad de nada me sirve…”

En la Encarnación de Alora, un pintor anónimo de la Escuela Antequerana, seguidor del neederlandés Goltzius, plasmó una colección, en fresco, de los apóstoles, entre ellos: san Pablo

 

 

 

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