viernes, 27 de diciembre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Beli: la mujer de los ojos grandes


                  


27 de diciembre, viernes. La noticia me ha llegado casi con las primeras luces del día. Las noticias malas siempre corren más que las otras… ¡Ya se sabe! Yo a ella casi no la conocía. A su marido sí, a Manolo, desde niño.

Un día de hace muchos años, cuando éramos muchachos coincidí con ella en una excursión a Córdoba. La Empresa Rivero había comprado un autobús nuevo, “la Sava”. María del Socorro Salán, la bibliotecaria de nuestro pueblo, organizó una excursión cultural a Córdoba. Era un día de primeros de octubre y entonces, aún hacía calor en Córdoba. Bueno en Córdoba hace calor casi siempre.

Alguien comentó (entonces no había autovías y los viajes se prolongaban más en el tiempo) y los viajeros se hablaban entre sí que aquella niña tenía unos ojos muy grandes y preciosos. Quizá no cayó en la cuenta que los ojos son el espejo del alma.

Ahora, cuando hace un rato me llegó la noticia he recordado aquello que en aquel momento solo era una pincelada más en un viaje cuando salir del pueblo significa tanto y he pensado que era verdad y que tenía los ojos grandes como la luna de abril que va de noche, sola, por las lomas sembradas de trigos que apuntan a espigas y que, luego, cuando llega la calor, la primera calor, granan y son harina de pan, pan bendito en la Hostia consagrada.

Que era verdad que tenía los ojos grandes como el brocal del pozo, - el que está allá abajo, entre adelfas, en el arroyo -, donde Platero se asomaba y venía su figura, y sus orejas largas que siempre que sentía curiosidad lanzaba hacia adelante, y su cabeza para que los niños pasasen sus manitas inocentes en caricias que envidiaban las estrellas.

Tenía los ojos grandes como las palabras únicas: madre, ilusión, vida… Como la voz encantada de Andrea Bocelli, como el embrujo de los violines de Vivaldi, como el misterio de Peer Gynt…

Tenía unos ojos grandes que van pregonando paz, paz, paz… y se pierde como se pierde el eco por los campos y se acuna en las ramas de los olivos alineados, guardianes de bálsamos y ungüentos para alumbrar a Dios.

Alguien dijo que los ojos son el espejo del alma, y entonces voy y me paro, y me pregunto, si sus ojos son así ¿cómo será de enorme su alma? Ahora Dios la ha llamado para que sus ojos aún sean más grandes – aunque el dolor los haya mitigado solo en apariencia para que lo contemplen a El y le pida por los suyos para que puedan sir soportando estos palos que inexorablemente llegan “a dentelladas secas y calientes”. Un abrazo, Manolo, entrañable amigo, para ti y para todos los tuyos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario