30 de diciembre, lunes. Cuenta
Cervantes en el capítulo XIX del
Quijote, que se las andaban Don Quijote y Sancho deambulando y hambrientos,
apaleados y con la esperanza de encontrar una venta o algo parecido donde pasar
la noche que se veían encima muy oscura y sin vislumbrar una salida a aquella
situación.
En un momento ven aparecer por
la lejanía a modo de antorchas luminarias “que no parecían sino estrellas que
se movían” algo similar a una procesión. Las luces no estaban quietas.
Avanzaban hacia ellos y ambos dos sujetaron las riendas del asno y del caballo
y contemplaban atónitos la situación. (El hambre apretaba, las alforjas
perdidas y la situación de lo más preocupante. Sancho temblada, dice Cervantes,
como un azogado y a don Quijote se le erizanba los cabellos de la cabeza. Eso
le animó un poco.
El hombre en su locura le dijo
a Sancho que aquella podría ser la grande y peligrosa aventura donde tendría
que demostrar su valor. Se apartaron al borde del camino y mientras uno,
Sancho, pensaba en fantasmas; el otro, don Quijote, veía la posible aventura.
Esa extraña visión y a aquellas
horas, donde los encamisados avanzaban en la oscuridad le hicieron pensar al
ilustre caballero que en la litera iría algún caballero herido o muerto
mientras Sancho almacenaba el miedo en su corazón ante tan extraña situación.
Don Quijote mandó detenerse a
la caravana y pidió cuentas de donde venían, adónde iban y que era lo allí
llevaban para castigar si que habían cometido algún desaguisado “o para
vengaros del entuerto que vos ficieron”.
Se dirigió a la mula delantera
que espantada se alzó en los pies y dio por sus ancas con el jinete en el
suelo. Se formó la zapatiesta porque los encamisados en palabras de don Miguel
era gente medrosa y sin armas.
Uno de ellos dijo llamarse
Alonso López que no era licenciado y sí bachiller natural de Alcobendas que
venía de la ciudad de Baeza con otros once sacerdotes que son los que han huido,
contó, por el miedo y “vamos – dijo – a la ciudad de Segovia”, porque llevaban
los huesos de un caballero a darle enterramiento…
Fray Juan de Yepes, San Juan de
la Cruz, murió el 14 de diciembre de 1591 en la ciudad de Úbeda. Con ligeras
variantes Cervantes en aquella narración nos estaba contando el traslado de un
difunto, - ¿San Juan de la Cruz? - probablemente el más grande poeta místico de
la literatura española y sin dudarlo tan grande como el propio Cervantes,
posteriormente recocidos, en verso y en prosa, respectivamente.
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