sábado, 26 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Grazalema, un pueblo de la Sierra


                      


26 de octubre, sábado. Grazalema es una pincelada blanca entre las calizas de la sierra; Grazalema es la primorosidad de lo bien hecho o el buen gusto que juega al escondite por las esquinas. Sus calles - algunas - al igual se llaman del Agua, Laguneta, Colorada, Jerez o calle de la Teja o le ponen el nombre de algún hijo ilustre, y deleitan –blancura de cal - al viajero. Son calles para perderse, para soñar despierto, o como hoy, al mediodía, dejarse empapar por la lluvia que caía suave y mansa.

 

Se asoman, a la plaza, los picos calizos de la sierra, San Cristóbal o El Torreón y, el pueblo desde la balconada ve irse el Guadalete y la Serranía y a las tierras lejanas, pajizas y agostadas por el verano que se ha ido, que se entrecortan en el horizonte por la carretera que lleva a Ronda o a Ubrique o a Zahara, bordeando el pantano.

 

Mal come donde puede. Lo intenta en cuatro sitios diferentes. No hay manera. El pueblo está lleno de turistas. Coches y más coches. Él que sabe algo de eso lo dejó, a la salida en la carretera que lleva a Benamahoma, en uno de los aparcamientos que han habilitado conforme se sube al puerto de El Boyar - donde nace el Guadalete - y se echó a andar, como el quien no va  a ninguna parte pero que no es el caso.

 

Han tenido –ya lo hicieron hace mucho- el buen gusto de colocar mosaicos que explican el qué, el porqué, el cuándo de muchas cosas. Casi nadie se para a leerlos. Sabe que aquí nació el padre de Sor Ángela –Santa Ángela de la Cruz, se llama ahora- que en la Encarnación enterraron a la mujer de José María Hinojosa “El Tempranillo” o que en la plaza pública bautizaron, solemnemente, a su hijo.

 

Hace mucho tiempo que el viajero - porque se lo facilitó su amigo el profesor Rodríguez Becerra- tuvo acceso a The People of the Sierra de Julián Pitt-Rivers. “El rubio, espigado que preguntaba y escuchaba…” desveló lo que de verdad tiene el Folk-lore, es decir, el saber del pueblo. Una joya de la antropología.

 

Se le agolpan los recuerdos. Sabe de visitas, en otra ocasión, a las iglesias ( hoy todas cerradas), de aquel día de nevada, de una mañana, después de una noche de lluvia… y de aquel día de finales de mayo cuando, con otros amigos, dejaron a un amigo entre los muros encalados del Camposanto… El viajero, entonces, y ahora, tuvo que seguir camino.

 

 

 

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