28 de octubre, lunes. Debo decirte que, si te vas ahora, a Fuenteheridos y a Castaño del Robledo el paisaje se ha vestido de oro viejo, de ocres, naranjas, rojos, de enigma y de ensueño. Eso ocurre porque el otoño tiene cosas así. Tanto tienen de pequeños como de tesoros de naturaleza viva. Vente cuando quieras y como puedas, yo la última vez fue hace unos meses. Era principios de verano; iba camino de Encinasola, el pueblo hermano; hacía calor. Seguro que te sorprenderán y lamentarás no haber andado antes por estos lugares de la Sierra.
Si te vas como para la fuente de los Doce Caño, estás en el nacimiento del Múrtiga. Más de dos millones de litros diarios. Al menos eso decían los papeles que leí bajo una sombra de los castaños porque lo pedía el tiempo y si te das en pasear por el pueblo - no llega a los ochocientos habitantes - te darás cuenta que el color de las tejas confiere identidad de pueblo serrano.
Créeme
si te digo que por aquí hay constancia de la presencia del hombre desde el
Debes conocer, también, que los caleros llevaban la cal a Sevilla, en competencia con los de Morón, pero eso era en el XIX, que por cierto es cuando construyen su plaza de toros. La inauguró nada menos que Mazzantini.
El paisaje de castaños, alisos, fresnos, álamos y chopos, olmos... te acompañan hasta cuando llegues a Castaño del Robledo. Como ocurre cuando la vegetación es exuberante y tupida, te gustará el lugar y difícilmente puedes señalar o inclinarte por un rincón determinado. Sólo - y no es poco - te gustará y llevarás en la retina el color verde con todas las tonalidades que ofrece el verde.
Castaño del Robledo es exuberante, pródigo, fértil, frondoso, ubérrimo, generoso y cuantos sinónimos quieras ponerle a la naturaleza. Según los papeles, y cuando lo veas convendrás conmigo en su certeza, es uno de los pueblos más bellos - los otros Galaroza, Alájar, Fuenteheridos… en la misma sierra y a diferentes vientos - de Andalucía.
Es preciso y precioso ejemplo de arquitectura popular rodeado de hermosos paisajes, pero, ¡ay! el último censo le daba poco más de doscientos habitantes.
O
lo que es lo mismo: la lenta agonía de los pueblos de la Sierra.
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