18 de octubre, viernes. Ahora, al Chorro puedes llegar con el
cercanías. El tren que te lleva viene desde Málaga y asomará a la estación
de Álora despacio por la boca del túnel, al pie del Tajo de las Palomas, entre
el Cerro de las Torres y el río.
Cuando salgas de la estación, a
la izquierda, todas las faldas de El Hacho parecen al alcance de la mano.
Primero, más próximas; después más lejanas. Campiñas y lomas, tierras de
secano; campos amarillos, verdes, pardos… según la época, si miras por la otra
ventanilla.
Cuando dejes atrás la estación
de Las Mellizas cruzas un puente de hierro. Salva el río Guadalhorce. Ahí,
debajo, es enormemente bello. Vas camino de la sierra, la Sierra de Abdalajís,
que es lo mismo. Depende de con quién hables. Por la Cuesta del Cajero, antes
-cuando las máquinas eran de vapor y transportaban mercancías – le ponían la
doble y patinaban y hacían fon, fon, fon, fon… y el tren subía lento,
lento, muy lento.
Te permitía ver cómo pasaban
despacio, los árboles, los cerros, las casas de la Loma de las Garcías, con su
iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, que antes estaba de blanco y ahora la han
puesto de amarillo y la barriada Bermejo que surgió con la bonanza económica
surgida por las obras de los pantanos, y el arroyo de la Dehesilla, y el
Churrete y el cortijo de los Muertos y Bombíchar (la Bobaxter romana de
Simonet)…
Recréate cuanto puedas porque
de pronto se hace noche cerrada. Has entrado en el túnel de la Canasta, y luego
el de la Pinta y al poco el de los Romerales - los Romerales Bajos porque hay
otros, los Altos, pero esos no los ves desde el tren – y así,
noche-día-noche-día, en una sucesión
hasta que emboques en la estación…
No, no estás en Suiza. Aunque
lo parezca. Acabas de llegar a uno de los parajes más bellos de la provincia de
Málaga y de muchos otros sitios. No es cuestión de que me creas. Apéate y
comprueba…
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