8 de octubre, martes. Contaba
Cervantes en el capítulo XV del Quijote que, después del entierro de
Crisóstomo, que se decía que había muerto por amor, el Hidalgo y Sancho
llegaron a un prado pleno de yerba fresca. Dejaron pacer a Rocinante. Un grupo
de arrieros gallegos habían hecho lo mismo con sus yeguas. Después vino la
trifulca y el apaleamiento de ambos dos.
En el XVI, dice que llegaron a
una venta donde pidieron que los curasen. Ahí aparecen el ventero, la mujer, la
hija del ventero y Maritornes. Dice Sancho que su señor se ha caído de una peña
y, él, también. No se creen la versión. Los alojan en los establos con un
arriero de Arévalo que había concertado una cita, “en estando sosegados los
huéspedes y durmiendo sus amos” con la moza asturiana, de la que por cierto don
Miguel hace una descripción antológica.
En España vivimos unos
problemas reales que atosigan: precios, carestía de viviendas, futuro desconcertante,
personas que llegan desesperadas, juventud con porvenir incierto… Otros
problemas nos lo crean esos señores que dicen “que trabajan para el
pueblo”. La copla de Jarcha iba más
lejos y agregaba “si ello les da beneficios”.
Nos han bombardeado – algo así
como lo que están haciendo en Oriente Medio, solo que allí son con bombas de
metralla y aquí de bellas palabras – anunciando que todo va maravillosamente
bien, y que dentro de nada los perros que se puedan atar no con cadenas sino
con longanizas. A lo mejor, agrego yo, si lo regamos con un tinto bueno, hasta
puede tener mejor final.
Ahora nos prometen miles de
viviendas en tropecientos mil sitios y con una literatura que ríanse de como
describe Cervantes la trifulca la noche de la cita de la moza asturiana con el
arriero castellano.
Nos tienen con el candil
apagado y nos dan golpes – no físicos – sino de los otros donde el engaño es de
tal magnitud que uno se pregunta si quienes anuncian duros a cuatro pesetas se
lo creen o nos toman aún por más tontos de que, a veces, somos.
Si no fuera porque ustedes - yo,
también - estamos empachados de tanta mentira piadosa, de tanta píldora endulcorada
y llena de veneno, sería para gritar hasta la ronquera y decirles lo del refrán
“a otro perro con ese hueso”. No nos mientan, más por favor, somos tontos, pero…
Gigliola Cinquetti sigue cantando aquella canción vencedora en San Remo, Non
ho l’etá…. Para que nos engañen tanto - agrego yo - ¿o sí?
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