viernes, 25 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. No hay más en menos


                        


                        Calle Pastora. Málaga

 

25 de octubre, viernes. La calle Pastora está en el Centro. Va desde la Alameda Principal a Atarazanas. La cruz del eje la forma calle Panaderos: de Puerta del Mar al Guadalmedina.

Es media mañana. Hervidero de gente. Van y vienen. A ambos lados, dos puntos emblemáticos: a la izquierda, conforme se entra desde la Alameda, bajo la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía, la Antigua Casa de Guardia, fundada en 1840. Centenaria y con sabor a rancio.

¿Recuerdan: “Málaga, ciudad bravía / que tiene más de cien tabernas / y una sola librería”? Algo de eso. Es la taberna más antigua de la ciudad; las librerías han proliferado; algunas buenas; otras, mejores.

Tiene tres puertas: una, abre a la Alameda Principal; la del centro, a Calle Pastora; en el otro extremo del mostrador, la que comunica con calle Panaderos. Pajaretes, Lágrimas, Pedros, Vermut… Y más, y más buenos. Todos los que a usted se le vengan a la cabeza y pueda con ellos.

De tapas, banderillas y mariscos. Se piden aparte; las consumiciones se anotan con tiza sobre la barra de madera del mostrador. Entre, empápese y si encuentra algo mejor… Pues eso.

Más adelante; en la acera de enfrente, Roto. No es tan viejo como la taberna, pero compite en saber y en otro sabor. Anillos con letras de una máquina de escribir, barajas de cartas, figuritas de militares, libros y revistas, carteles, discos de vinilo…

Las niñas – me he enterado – que encuentran aquellos cromos que, sentadas en los escalones de la puerta, se palmeaban y si se les daba la vuelta, se ganaba; recortables, figurines… Los niños a Kubala, Ramallets, Arza, Campanal, Rial, Di Stefano, Lesmes… Aquellas estampitas se pegaban en álbumes con gachuela… ¡Cómo estaría el álbum, Dios mío!

 Roto vende libros, pero no es una librería; sombreros pero no es una sombrerería – flota el recuerdo de don Ricardo del Cid –; obras de arte, pero no es un estudio.

Me recuerda aquellos puestos callejeros que orlan las orillas del Sena. Se puede encontrar de todo, pero supera en calidad a los mercadillos callejeros de las mañanas de domingo.

Todo, un jolgorio; los que no caben en la Antigua Casa de Guardia paladean un vino en la calle; los transeúntes se abren paso. A duras penas entra el sol… La ciudad marca su vida y su ritmo. Tiene su música propia, como ayer, como hoy, como mañana.  

 

 

 

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