sábado, 12 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Almendro en flor

       



12 de octubre, sábado. Acaba de abrir sus puertas la muestra de Pintores Independientes de Álora. Integra a un grupo de artistas de diferentes tendencias y estilos que cada año exponen sus trabajos. En esta ocasión alcanza la Décima segunda edición.

En la exposición se contemplan obras de artistas consagrados como Cristóbal Pérez que cada año acerca su aportación de arte como apoyo a los artistas que se abren camino con las dificultades que entraña transitar por estos caminos; otros, como Ana María Garrido enseña su continuidad en el dominio de la acuarela o Fernando Bernal que cada vez sorprende con un progreso lento y seguro. El colectivo integra a más artistas. Obviamente desconozco sus nombres y tampoco tengo el espacio suficiente para resaltarlos. Les pido disculpas.

Ojeando la muestra me topé con un cuadro, Almendro en flor, de Antonio Díaz Berlanga. Me vino la mente la brisa fresca de las flores de almendros de Evaristo Guerra, los versos de don Antonio Machado: “Campo, campo, campo y entre los olivos los cortijos blancos” ( en este caso florecillas diminutas e impolutas como son las flores del almendro en lo más crudo del invierno).

Alguien dijo que el paisaje es un estado de alma. Mi alma amante de los bosques impenetrables y oscuros porque siempre tienen la sorpresa que uno menos espera, se topó con algo diferente, distinto, lleno de sensibilidad para extasiarse un rato delante de la obra de Antonio Díaz, quizá, ¿quién lo sabe? a lo mejor es porque se cumplía aquello del maestro Alcántara que “entre el mirar y el ver se queda el aire”

El cuadro de Antonio Díaz Bernal muestra un almendro solitario  - por cierto, no conozco a este hombre y anoche crucé mis primeras palabras con él para felicitarlo – en medio de un campo de olivos. El cuadro tiene la luminosidad que da la luz, la sagrada luz del sur, de la que hablaba Miguel Ángel Asturias; la profundidad del campo cuando uno lo contempla y deja volar el pensamiento porque entre esos olivos se encierran pensamientos, anhelos, vidas… y unas montañas lejanas bajo unas nubes que probablemente sí vayan a alguna parte y que el pintor las vio, como vio el almendro un día de paseo por el campo y se lo trajo al lienzo y le dio su sitio.

Recortan el horizonte unas montañas que ponen coto a una tierra de calma quebrada, a una siembra ordenada, en este caso de olivos, o a un deseo que desde niño – según me contó – siempre despertaba en él un cuadro con un olivo expuesto en una galería de arte cuando él daba un rodeo para contemplarlo y ordenar sus sentimientos. Enhorabuena.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por su comentario,estas palabras siempre dan ánimo para seguir aprendiendo.

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