domingo, 13 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pájaros de otoño

 



13 de octubre, domingo. Vienen a puñados, cuando ya otros se han ido. La naturaleza tiene cosas así. Vienen, cuando la luz dorada de la tarde echa un espurreo de arreboles y pone el cielo de esos colores que se meten en el alma y, entonces, decimos: ¡Dios mío!

Son pajarillos barrunteros. No los espera nadie. No sabemos (o sí) en qué arboledas perdidas pasaron la última noche. Vienen a su sitio. A donde siempre. Sencillamente, porque lo marca su biorritmo. Saben que ahora que ya cambia el tiempo que, por aquí, por el Sur, se está más calentito. Llegan los primeros pichis, petirrojos, carbonerillos, estorninos…

Los que buscaron cobijo en los árboles, esos ficus grandes del parque no sabían, que aquella no era su casa. (Ya lo avisó Alberti, pero como los pajarillos no saben leer…) pues se arremolina por las tardes en unas peleas a las que pone orden la oscuridad de la noche.

Cantaba temprano el ‘pajarito del agua’ o sea el carbonerillo. Anunciaba con su canto monocorde que siempre responde a la misma pregunta.

- “Pajarito del agua, ¿va a llover?” Y nos dice, siempre, lo que queremos oír.

Este año, queremos escuchar, que sí, que llueve, pero…ya se sabe! Al mediodía, debió irse de siesta porque dejó de cantar y se echaba en falta su ausencia ¿o es que barruntaba la tormenta que llegó de pronto, a media tarde,  y él buscó cobijo?

Por los olivares de la Cuesta del Convento tenían los estorninos las aceitunas por suyas. Ahora por mor de la sequía sin frutos en los olivos lo van a pasar mal. Se iban y se venían a la espadaña del Santuario desde las ramas de los olivos o de los suelos moteados por colores de pasión. En la altura, junto al pararrayos, se ven seguros y, cuando se aleja el posible peligro, vuelven a las andadas. Buscan y rebuscan alguna aceituna en los pimpollos o caída por los suelos.

No han comenzado las sementeras. La gente no se atreve. Hay una duda permanente. Siempre se nos dice que esta borrasca, no; la que viene, tal vez... Granos de hoy; mañana, espigas de primavera. Espigas para el altar del Corpus, harina de molino y pan en el horno. Tierras de besanas y surcos largos. Ya no hay yuntas; los tractores, donde se han atrevido a hincar las rejas, dejan el campo de color pardo. Por cierto, está el campo como arrancado de un cuadro de Benjamín Palencia: ocres, amarillos, cobres… Ya están aquí, y llegan como cada año, - algunos muy desconcertados - los pajarillos de otoño.


 

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