22 de octubre, martes. Para avenida
le falta distancia, anchura, cielo…; para calle, le sobra belleza, primor y embelesamiento.
Larios, su nombre calle del Marqués de Larios, el II para más señas; en la República,
calle 14 de abril. Ya se sabe, no hay nada que perdure menos que cuando se le
cambia el nombre a una calle.
La cosa, de viejo. Málaga era
un dédalo de callejuelas inmundas, infestas y llenas de mugre. Las epidemias, a
la orden del día. El puerto al alcance de la mano. Por las calles el viento se
volvía en las esquinas y el agua ni corría ni tenía pensamiento de hacerlo. Las
infecciones estaban servidas.
Entre los facultativos que
tenían que ver con la sanidad determinaron que había que limpiar a fondo. Tenía
que venir el aire del mar o de la sierra. En las calles pico, pala, espiocha y
derribo. Tenían que imponerse.
José de Sancha, el encargado de
trazar las nuevas líneas de la ciudad. Un eje, una calle debía cruzar la ciudad
y a sus lados vendría todo el desarrollo soñado.
Strachan se inspiró en la
Escuela de Chicago. Una arquitectura simétrica. Edificios de alturas similares
y chaflanes redondeados donde ya no tendría que volverse en el aire. El eje debería
llegar del mar a a Capuchinos… Pero, ¡ay! en Málaga somos así. La torre de la
catedral se quedó a medias; los muros del río no se subieron lo suficiente y
cada vez que al Guadalmedina le venía en ganas llenaba de barro y muerte la
Trinidad, el Perchel y la orilla de este lado de río… y, la calle, claro, la
calle no pasó de la Plaza de la Constitución.
Se buscó dinero. Alarcón Lujan,
el alcalde, crea una sociedad con un capital de un millón de pesetas, acciones
a veinticinco mil… No se cubre. Unos no quieren; otros no pueden y quien ni lo
uno, ni lo otro. Los Larios acuden y se hacen con el grueso. El pueblo eso no
lo ve con buenos ojos. Tan es así que en la inauguración de la calle no acude nadie
de la familia: todos están en el exilio.
No llega al medio kilómetro,
dicen que los alquileres están entre los tres más caros de España y entre los
cincuenta de Europa. Coqueta, armoniosa y preciosa. El maestro Alcántara decía
que cuando el Cristo de la Buena Muerte dio las tres voces lo escucharon en
Santo Domingo, en las tinieblas y en la legión y que en los atardeceres del Jueves
Santo es el broche de la calle…
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