17 de octubre, jueves. Anoche,
por puro azar, descubrí un programa en televisión que hablaba de Gredos; mejor,
estaba rodado en Gredos y daba una visión de su gente, de su manera de enfocar los
avatares de cada día, de ese modo que uno, en ocasiones, tiene de ver cómo se
va o cómo se viene la vida.
He estado muchas veces por
aquellas tierras. Sé que se encuentran – Arenas de San Pedro – al pie del Puerto
del Pico rodeada de pinares frondosos, prietos, ahítos de verdor, al sur de la
ladera de Gredos, en la confluencia del río Cuevas con el Arenal.
Desde Ávila se llega a través
de una carretera serpenteante que, a veces, coincide con restos de una vía
romana; desde Extremadura, por el Tiétar y desde Talavera surcando encinares
centenarios y dehesas salpicadas de retamas.
Gredos y Arenas son consustanciales.
No pueden entenderse por separado. La Sierra – como le llaman a Gredos - es un
bastión que la protege y su servicio meteorológico que le avisa del tiempo que va
a hacer, le resguarda de los vientos fríos del norte o le genera las brisas que
le refrescan los calores veraniegos. Algunas veces se cubre de nubes y se torna
oscura y gris: está lloviendo en la Sierra; otras, los cirros son deshilachados
y largos, y si perviven hasta el crepúsculo que dora de arreboles su cielo, el
día siguiente será ventoso.
Arenas aporta el campamento
base para excursionistas – hay que subir a y Guisando y ver el monumento a la Cabra
Hispánica - y andariegos de las cumbres; su arquitectura de tejados pizarrosos
y torres cuadrangulares. Su paisaje, lleno de historia de los que son testigos
el castillo del malhadado don Álvaro de Luna, el palacio de don Luis de Borbón –
desterrado por su hermano Carlos III – y la calle larga de la Triste Condesa.
Cuenta Josefina Carabias – que era
de allí – que, en cierta ocasión, discutían unos contertulios sobre las
murallas de Ávila y el murallón de Gredos, a lo que uno respondió: “Sí, pero aquellas
la hicieron los hombres, y ésta nos la hizo Dios”.
Las noches de luna clara el Circo de Gredos, la Mira, los Galayos, el Almanzor, el Cuchillar como casi al alcance de la mano. Si un día coincidimos te enseñaré como está de henchida el alma cuando se adentra en esos bosques únicos que se esconden en las quebradas de la Sierra...
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