Fuente Arriba (década de los sesenta, siglo XX). Álora
3 de octubre, jueves. Cuando
yo era muchacho, si llegabas a la Fuente Arriba (la “de” nos la comemos.
Somos así) a cualquier hora del día la Plaza estaba abarrotada, pero, no; no era
fiesta. Aunque lo pareciera. Estaban de chácara.
La Fuente Arriba, según la hora,
tenía su público.
Temprano, los que trabajaban,
los madrugadores. Por cierto, podías tomar una manzanilla del Hacho,
claro, en el “Madrugón”. Un chorreón de limón le iba bien. Limpiaba la
resaca del día anterior y predisponía el cuerpo para aceptar lo que viniese.
Además, tenías gratis el periódico del pueblo.
Al poco de apuntar la mañana
comenzaba el trasiego: a por la leche a casa de Paca, ‘la de las Caballerías’;
a casa del Pintor por polvos colorados; Catalina, la de Tolox, vendía agujas y
lanillas; Pablito, canela y el mejor bacalao; a casa de Hortensia por el pan y
a la de Hierrezuelo por el pescado; Miguelito ‘el de Felipe’ vendía
azúcar; Juanico Díaz, verduras; Guidú, leche condensada; en casa de Rafael
Lería ‘arencas’ y mortadela – vendía, también, jamón y queso pero… - y
José Rodríguez Racero que, había venido de Ronda, hacía los mejores bollos de
chocolate. De la posada, después de pernoctar, salían las bestias.
A media mañana no se cabía. Te
podías parar a escuchar lo que hablaban: del cura, del gobierno, del tiempo.
A mediodía, en el Chismo,
en el Central, Tito Pepe, o en el patio de la “Balita” -
café fundado en 1911 – como reza en la puerta se hablaba del gobierno, del
tiempo o del cura.
La gente se agolpaba en el
cuello de botella que da acceso a la plaza. ¿Por el sol en verano?, ¿por los
coches?, ¿por el gusto de estar apretujados?, ¿por todas las cosas a la vez?
La velada era diferente, según
la estación se acudía, antes o después de la siesta. Según la estación también
cambiaban el orden de los temas y ¿cómo no? se hablaba del tiempo, del cura y
del gobierno.
La Fuente Arriba, aunque
parezca raro, debe su existencia a una guerra que dejó un solar - el que
ocupaba el Beaterio de la Concepción derribado en el verano de 1936 - y a la
competencia que, antaño, ejercía con la que había en la Plaza Baja. Eran
fuentes con carisma; las demás, de segunda.
He dejado de ir a la Fuente
Arriba. Se me han ido yendo los amigos:
Fernando Espíldora, Paco Parras, Juan y Pedro Martos, Juanito Rivas, Paco
Navarro, Diego Mamely… Flota su recuerdo y su ausencia. Me encuentro con otra
gente y… De todos aquellos solo Miguel Leandro que viene los sábados… y los
versos de Juan Ramón que dicen que el “pueblo se hará nuevo cada año”.
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