15 de octubre, martes. La tarde
está fría y húmeda. De la esquina de la calle viene un vaho caliente. Junto al
hornillo unos paisanos acopian el poco calor que sale desde el hornillón como
gloria bendita. La castañera, poco a poco, saca la mercancía. La escena podría
haberse escapado de un relato costumbrista de don Ramón de la Cruz. No, no es
así. Madrid ya es otro.
Hoy las castañas – en mi pueblo desde que se
jubiló Antonio – también son otras. Vinieron del Asia menor. Se expandieron por
el sur de Europa y fueron fuente de alimentación para humanos y… para el ganado.
En las sierras de Huelva y Salamanca presumen de la exquisitez de sus embutidos,
entre otras cosas, porque sus animales se alimentan con castañas.
La granada vino de Irán. Por el Himalaya se
bajó hasta la India y luego anduvo por la orilla de los mares, entre ellos el
Mediterráneo. Se extendió por el sur de España y la perfección de su cultivo
llegó a cotas insospechadas en cuanto a sabores. Dicen, y es verdad, que es la
única fruta coronada. ¿Por qué será?
Los membrillos son como las nalgas ebúrneas
escapadas de un cuadro de Rubens. Dorados por fuera. Sensuales, intensos,
compactos, duros por dentro. Cuando se prueban… ¡Ay la carne de membrillo! No hay
que irse a Puente Genil que en España tiene la fama. No. El Sil lleva el agua;
el Miño, la fama. Ya se sabe… En los bodegones de Zurbarán, imprescindibles. Dicen
que son primos de los ciruelos. Vinieron, como tantas otras cosas, de América.
El chirimoyo también vino de allende la mar océana.
Para ser más exactos, más cercano al Pacífico, del Perú. En España tienen fama
los que se crían entre la sierra blanca de nieve, o sea, Sierra Nevada y el
Mar. Es decir, los que se crían en ese paraíso subtropical que se llama Almuñecar.
Desde hace unos años con el otoño aparecen los
mangos. Son exquisitos. Sabor dulce, fibrosos, de los que permanecen en el
paladar durante un rato después de degustarlos. España, desde la Axarquía
veleña, invade un mercado que hasta hace unos años ignoraba. ¿No lo conocen? La
tardanza es lo mala.
Llegado a este punto me remonto a cuando yo era
niño. Entonces, Antonio, el Divino lo decía en sus pregones: “Llevo naranjas de
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