miércoles, 4 de agosto de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Camilo no está de moda

 

 


El Papa Francisco quiere contentar a todos. Lo tiene difícil. La Historia dirá, cuando pase el tiempo, cómo fue su Pontificado. Hace unos día vio a un grupo de peruanos que asistía al rezo del Angelus y dijo: “… saludo a los peruanos, tienen un nuevo presidente, que el Señor bendiga vuestro país siempre”. Cierta prensa española ha publicado que el Papa felicitó por el nuevo gobierno comunista… No sé, no sé…

Me viene a la cabeza, ahora, bajo los rigores del verano, una novela de Giovanni Gaureschi. La leí cuando era joven, Don Camilo. Una obra llena de gracia, ingenuidad e ironía sutil que muestra dos mundos antagónicos: el cristiano, que es el de autor, y el comunista que es que realmente estaba implantado en la región de Reggio Emilia.

Don Camilo, es un cura al que mandan, a modo de ‘castigo’, a un pueblecito – en la novela inventado -  perdido en las orillas de Po, en Italia. Enfrente, se encuentra con Pepone, el alcalde comunista que sigue a rajatabla las órdenes del Partido.

Don Camilo tiene un aliado: el Cristo del Altar que le habla y que solo escucha él. Don Camilo, además, cada vez que hace una fechoría pretende escabullirse del Cristo pero nunca lo consigue. Otro fiel, es su perro Full. Pepone, se acompaña de la gente del partido: el Flaco, el Brusco, el Pardo… gente ruda y con un enorme corazón.

Algunos episodios son memorables: la procesión hasta el dique vetada por la ‘autoridad civil’ a la que solo acompañó un perro y al que don Camilo no despachó de una patada para que no pudiese decir el enemigo que no había asistido ni un alma o el boicot a los mítines repicando las campanas…

Vivimos un mundo de zozobra y crispación. No nos aguantamos ni a nosotros mismos. Estamos como avispas rabiosas a saetazos unos contra otros y cuando la situación no es de nuestro agrado, entonces, al otro, no le perdonamos ni las virtudes. Ojalá aquel espíritu de enfrentamiento jovial, en la Italia de la postguerra entre rivales ‘irreconciliables’ no se hubiese perdido con la alegría con la que lo hemos dejado irse y vuelva el espíritu y la ingenuidad de don Camilo y Pepone, cada uno, por supuesto, en la defensa de sus ideas. ¿Será que Don Camilo ya no está de moda?

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