¡Vaya tela con el bichito! Los
bichos no nos dejan vivir. “De chico con el coco y de grande…” No, no son los
civiles ¡qué bastante tienen los hombres con lo que aguantan! De grande, quería
decir con los virus, los insectos y con la madre que los parió que no nos dejan
vivir.
Decía Federico que para los
barcos de vela Sevilla tenía un camino (“por
los ríos de Granada / solo reman los suspiros”), y ahora, ha habilitado un
espacio la marisma para los mosquitos.
Informan en la radio que ha
muerto una persona – y hay varias infectadas – a consecuencia de la picadura de
un dichoso mosquito que transmite el virus WNV. Produce encefalitis, fiebre y
puede llevar a la muerte. Vino hace unos años desde el Nilo, ¡con lo lejos que
está eso! a los arrozales de las marismas del Guadalquivir. Allí por picaduras
a equinos y a aves, luego puede transmitirse a humanos.
Los alcaldes de la zona
arremeten contra la Junta por falta de previsión, que se defiende y dice que sí
se ha fumigado. Al parecer – eso lo digo yo - con tanto tiento, que los
mosquitos se ríen de los peces de colores, de los insecticidas y de los fumigadores.
Casi hacen cortes de mangas; en la población crece la zozobra y el miedo.
Entre las normas que aconsejan
como protección (al parecer, todavía no hay que usar la mascarilla, que todo se
andará) dicen que se pongan mosquiteras en puertas y ventanas, se eviten paseos
al amanecer y por las tardes, no se usen perfumes llamativos, y se empleen
repelentes, se huya de las zonas húmedas, y de aguas estancadas.
Tengo una amiga que vive en La
Puebla y pasea cada mañana, por las orillas del Guadalquivir. Pienso en ella.
Tiene que cambiar las costumbres y por una temporada dejar esos paseos casi de
alba. A nosotros nos va a privar de unas fotos únicas que capta cuando el
amanecer se asoma al río. Lo recoge con la cámara de su teléfono y luego nos lo regala (como aquel puñado de
camarones una mañana en Coria…)
Entre telediarios, de donde se
puede escapar una bala o un bicho de esos que tienen un aspecto fiero, tan
fiero que sus caras dan más miedo que las metralletas que llevan en las manos,
las informaciones de los contagios por el virus pandémico, y ahora con el
mosquito…¡Dios mío, Dios mío!
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