sábado, 7 de agosto de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La suerte, de su lado

 



Hace unos años, en 1986 se celebró un Campeonato Mundial de Fútbol en México. Un puñado de selecciones compitieron entre sí por alzarse victoriosas. Una, tuvo la suerte de su parte, Argentina.

En aquel equipo de grandísimas figuras, verdaderos artistas con el balón en los pies y en la cabeza, había uno que, además, tenía algo que los otros también poseían pero no sabían utilizar con la habilidad y el engaño por encima de todo como él, era la mano. El jugador, años después, terminó como un juguete roto: Maradona.

Ese hombre marcó dos goles (a Inglaterra) excepcionales, uno con lo que mejor tenía, su pierna izquierda, el otro, con algo que utilizó con tal sagacidad de su parte que engañó o se dejaron engañar a todos,  la mano.

Un comentarista, naturalmente argentino (yo no conozco a ningún argentino tonto, aunque ese hizo méritos para llevarse la palma), narraba con tal vehemencia, que en su delirio, llegó a decir que ¡la Mano de Dios había intervenido en el gol!…

Ahora, hay un montón de gente (las imágenes son patéticas) llorando porque Messi no sigue en el Barcelona (que dicen ‘que es más que un club’). Si el presidente, éste o cualquier otro, en un acto de sensatez, pone los papeles en lo alto de la mesa y dice que hasta aquí hemos llegado, lo hubiesen despellejado vivo.

La suerte, por esa cosas raras que en ocasiones pasan,  les ha venido a ver. La normativa de la Liga dice de control de gastos y de cuentas claras – como si en el mundo de fútbol pudiese hablarse de eso – y no autoriza su inscripción.

El presidente por fuera tiene cara de funeral, y por dentro da palmas con la orejas aunque no se vea. Le han quitado un momio de encima... Un jugador  - probablemente el mejor de la historia del club, y el mejor de los que he visto pasar por La Rosaleda, donde acudo ininterrumpidamente desde finales de los años ochenta del siglo pasado- ya en declive, bien entrado en los treinta, y con la cartera rebosando dinero…

Los socios y aficionados lloran. Por la situación de injusticia en algunas partes del mundo, hay menos llanto. Los que tienen que gestionar, ven cómo la suerte se les ha colado por las rendijas de la puerta y encima, ellos, de presuntos ‘mártires’…

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