domingo, 15 de agosto de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mirando al mar

 

 

 

                          


No tenemos bastante con que nos pinten el mapa de rojo por la calor. No hay suficiente con las estadísticas de contagios, hospitales llenos y gente que se nos va con el dichoso virus. No hemos llenado todavía el cupo de sorpresas con lo de la luz…, y vienen ahora y nos anuncian un tsunami.

Sí. Dicen que lo puede originar la falla Averroes, que yo sí sé, más o menos quien era, pero de la falla, ni  idea. Los que saben, explican que está en el Mar de Alborán, ese que no se conforma al parecer, con ser el mayor cementerio azul del Planeta, sino que además, se pone una vestimenta como el Coco con el que nos asustaban.

Han hecho público para que nadie alegue ignorancia, que las olas pueden alcanzar hasta los seis metros de altura y que en un tiempo muy breve, cuestión de minutos, podría llegar a las playas de Andalucía y a las de enfrente, a las de Marruecos. O sea, lo que faltaba, además de medusas, de gente ensuciando y de algún que otro bicho marino que se presenta sin avisar, se nos pueden venir olas gigantes con las ideas de un cable caído.

Hoy día de la Virgen de Agosto, cuando se organizaban trenes ‘botijos’ que venían de Córdoba con la gente a la playa, con la cesta de palma, la tortilla de papas emborrizada en arena y una sandía refrescada en la orilla, recuerdo aquella canción de los discos dedicados, Mirando al mar.

Jorge Sepúlveda aquel valenciano que se hizo mallorquín, que no se llamaba ni Jorge ni Sepúlveda sino Luis Sancho, popularizó algunas canciones que hoy no están de moda: Mirando al mar, Dos cruces, Santander

Decía Jorge, que era como él quería que se le llamase (Luis fue el sargento republicado herido en la guerra que había pasado por el campo de concentración de Albatera), que  “mirando al mar (¿Y quién, no, maestro) soñé / que estabas junto a mí / mirando al mar, yo no sé qué sentí / que acordándome de ti, lloré”.

Es ese mismo mar placentero de las tardes de mayo, con el Atlas allá a lo lejos. Es ese mar azul, bellísimo desde la barandilla de Gibralfaro entre buganvillas y olor a pinos…, es ese mar que ahora es una amenaza, que en cualquier momento…. ¡Ojú!

 

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