miércoles, 18 de agosto de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¡Qué lío!

 

 

                                  


Dicen que se veía venir. Afganistán está donde Cristo – bueno, Cristo no, por supuesto – dio las tres voces y no las escucharon ni los que estaban cerca. A Cristo no lo escuchaba ni su propio Padre que lo dejó solo en la Cruz ¿Cómo vamos a pretender que lo escuchen los hombres que además no están por la labor?

Dicen también que aquello (no llegan a los cuarenta millones de habitantes en un territorio con más de cinco mil kilómetros de fronteras), sin salida al mar por donde pueda venir un aire nuevo, es un polvorín que periódicamente explota en un régimen tribal y en manos de fanáticos que adecuan las doctrinas a sus intereses.


Dicen que hay tres potencias emergentes: China, Rusia y los Talibanes. Son los que mandan. Nosotros inmersos en lo que puede ser un nuevo Renacimiento, o sea un orden distinto en el mundo, no somos conscientes de los cambios que se producen. Hay dos bloques, además, a los que se ignoran: Sudamérica y África. ¿Qué rumbo van a tomar? Tiempo al tiempo.

Dicen que no queremos ver la evidencia. Esto es la punta del iceberg o si quieren la aireación del fracaso de Occidente. La vieja Europa está muerta o casi. Se ha acomodado en la cultura del hedonismo. Se han obviado los valores (eso no mola) y el desvergonzado es un ‘listo’, el inmoral un ‘triunfador’  y el trilero, un modelo. La basura en la comida, en la cultura y en el comportamiento, por ejemplo, se ha adueñado y pisotea a todo lo demás. ¿Cómo se pueden calificar esas noches de alcohol y desprecio a la autoridad y a las normas de convivencia?

Dicen que en Afganistán, el opio – es decir, dinero y droga- crecen casi espontáneos, con la misma naturalidad que aquí el azahar en primavera. Eso tiene una consecuencia, corrupción en todos los órdenes. Ellos, a esos a los que Occidente les ha pretendido vender su cultura democrática, no quieren que nadie los ‘redima’.

Dicen que vienen tiempos malos. No hay que ser un profeta para predecirlo. Se ve con solo abrir los ojos. Están a gusto.  Impondrán su silencio. Aquí, estómagos agradecidos, en su hipocresía, fingirán un rasgado de vestiduras con una ensarta de mensajes vomitivos. Manosean: democracia, libertad, Derechos Humanos, dignidad... Otros,  andarán parapetados en su silencio cobarde y revestidos de presuntas bondades. ¡Qué lío!




 

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