domingo, 2 de mayo de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Marcelino

 

 

 

                                         


 

Leo en Una firma en los inicios. Cinco lustros. Manuel Chaves Nogales. Obra Completa. Volumen I (1915-1929) “Don Marcelino se disculpa; (…) Escribiré lo que usted desee, yo solo soy un obrero que tiene por necesidad que pasarse la vida entre libros y papelotes”.

Su hermano Enrique dijo de él que “amaba a Dios sobre todas las cosas y al libro como a sí mismo”. A su muerte, dejó una biblioteca con más de cuarenta y cinco mil volúmenes, que amó y mimó toda la vida. La donó a su ciudad, Santander, con el fin de que su saber pudiese seguir alumbrando a investigadores de todo el mundo.

Contaba el doctor Marañón que en los veranos de su infancia, en Santander, asistía a la tertulia que formaban su padre, don Marcelino, José María de Pereda y Cosío… Uno piensa que ser oyente en una tertulia con esos componentes, debería ser algo tan excepcional.

Don Marcelino, probablemente, uno de los hombres más cultos que ha dado la Historia de España, fue muy valorado en su tiempo, donde alcanzó los puestos más relevantes: Director de la Biblioteca Nacional, Académico, Diputado, Senador y, algo que muy difícilmente puede alcanzarse: catedrático con solo veintidós años, con tres sabía leer, con quince marchó a la Universidad de Barcelona y luego pasó por las de Madrid y Valladolid. Políglota y muy culto.

Muchos años después de su muerte, su obra ha sido contestada por algunos estudiosos sacándola a veces de contexto, lo que ya de por sí deja en entredicho muchas de las aseveraciones que sobre su obra y su figura se habían vertido. Fue considerado en su época por algunas clases sociales, como el adalid de la ortodoxia religiosa, política y moral con todo lo eso conlleva ya en sí.

En la Biblioteca Nacional, en el vestíbulo de entrada al Salón General, se entronizó una estatua en su honor. En un principio se pensó en colocarla en la escalinata de acceso a la Biblioteca. Es obra de Lorenzo Coullaut Valera. Su impulsor fue Rodríguez Marín, su sucesor en la dirección de la Biblioteca Una epigrafía en la parte posterior dice: “Los católicos españoles / por iniciativa / de la Junta Central / de / Acción Católica”. Don Marcelino Menéndez Pelayo murió en 1912 con cincuenta y seis años.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario