Leo en Una firma en los inicios. Cinco lustros. Manuel Chaves Nogales.
Obra Completa. Volumen I (1915-1929) “Don Marcelino se disculpa; (…) Escribiré
lo que usted desee, yo solo soy un obrero que tiene por necesidad que pasarse
la vida entre libros y papelotes”.
Su hermano Enrique dijo de él que
“amaba a Dios sobre todas las cosas y al libro como a sí mismo”. A su muerte,
dejó una biblioteca con más de cuarenta y cinco mil volúmenes, que amó y mimó
toda la vida. La donó a su ciudad, Santander, con el fin de que su saber
pudiese seguir alumbrando a investigadores de todo el mundo.
Contaba el doctor Marañón que en
los veranos de su infancia, en Santander, asistía a la tertulia que formaban su
padre, don Marcelino, José María de Pereda y Cosío… Uno piensa que ser oyente
en una tertulia con esos componentes, debería ser algo tan excepcional.
Don Marcelino, probablemente, uno
de los hombres más cultos que ha dado la Historia de España, fue muy valorado
en su tiempo, donde alcanzó los puestos más relevantes: Director de la
Biblioteca Nacional, Académico, Diputado, Senador y, algo que muy difícilmente
puede alcanzarse: catedrático con solo veintidós años, con tres sabía leer, con
quince marchó a la Universidad de Barcelona y luego pasó por las de Madrid y
Valladolid. Políglota y muy culto.
Muchos años después de su muerte,
su obra ha sido contestada por algunos estudiosos sacándola a veces de contexto,
lo que ya de por sí deja en entredicho muchas de las aseveraciones que sobre su
obra y su figura se habían vertido. Fue considerado en su época por algunas
clases sociales, como el adalid de la ortodoxia religiosa, política y moral con
todo lo eso conlleva ya en sí.
En la Biblioteca Nacional, en el
vestíbulo de entrada al Salón General, se entronizó una estatua en su honor. En
un principio se pensó en colocarla en la escalinata de acceso a la Biblioteca.
Es obra de Lorenzo Coullaut Valera. Su impulsor fue Rodríguez Marín, su sucesor
en la dirección de la Biblioteca Una epigrafía en la parte posterior dice: “Los
católicos españoles / por iniciativa / de la Junta Central / de / Acción
Católica”. Don Marcelino Menéndez Pelayo murió en 1912 con cincuenta y seis
años.
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