lunes, 10 de mayo de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lo bueno de lo añejo

 

 

                          



Tenía el sabor de todo lo viejo. Era la antítesis de eso que hoy se llama culto a la imagen. Rehechete y gordo, con una miopía que le hacía reflejar las diotrías en los cristales de sus gafas, que alguien del Arenal, o sea, de su esencia, habría dicho que eran culos de vasos.

De haberlo conocido Galdós, seguro que don Benito lo habría llevado a una de sus novelas. Francisco de Asís Palacios Ortega, el Pali, trovó a su barrio, a su tierra, a su río y en resumen a su Sevilla. Una Sevilla que ya no era, pero que a la que él le dio vida propia. Tenía una fuerza distinta en su voz, que arrancaba en las entretelas del alma. En una entrevista, cuando andaba por la mediación de los cuarenta, se jactó de su soltería y de tener dinero. Hay que ser muy artista para pregonar ambas cosas. Luego, fueron sesenta años bien vividos.

Por Ortega, se emparentaba con los Gallos. El Guadalquivir para él, es un espejo para mirarse, una lentitud larga como solo podría hacerse alargándose la mano izquierda de Joselito, que llevaba al toro donde él quería. Canta a Gelves, tierra de toreros grandes, tan grandes que marcaron historia e incluso según él, tiñeron las aguas del río con el rojo de su sangre.

Tenía retranca.  Un personaje irrepetible. Un hombre de los que a pie de calle, ve cómo pasa la gente y luego la lleva a las letras de sus sevillanas - fue el primero en cantar sevillanas en solitario – y rompe la costumbre de que las sevillanas se cantan en grupo.  Experto en el fandango y en Flamenco. Conoce los cantes de Huelva y el Alosno, donde los hermanos Toronjos habían sentado cátedra. Él, a su modo y estilo, deja su sello propio.

Decía, que las fiestas de los señoritos tenían gracia (él saca parte de su sustento de esas noches de jarana) pero deja un mensaje propio y marca las distancias oportunas cuando afirma que “también tenían guasa”.

A su muerte, vienen los reconocimientos institucionales. Como muchas cosas, tarde. Él, un costumbrista nostálgico (“madre ya no viene el tren / a las claritas del día / que traía los panaeros de Alcalá de Guadaira…”) ni niños que juegan al toro, ni borrachos que lleve la barca de Tomares. El Pali, “Trovador de Sevilla…”

 

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