Tenía el sabor de todo lo viejo.
Era la antítesis de eso que hoy se llama culto a la imagen. Rehechete y gordo,
con una miopía que le hacía reflejar las diotrías en los cristales de sus gafas,
que alguien del Arenal, o sea, de su esencia, habría dicho que eran culos de
vasos.
De haberlo conocido Galdós,
seguro que don Benito lo habría llevado a una de sus novelas. Francisco de Asís
Palacios Ortega, el Pali, trovó a su barrio, a su tierra, a su río y en resumen
a su Sevilla. Una Sevilla que ya no era, pero que a la que él le dio vida
propia. Tenía una fuerza distinta en su voz, que arrancaba en las entretelas
del alma. En una entrevista, cuando andaba por la mediación de los cuarenta, se
jactó de su soltería y de tener dinero. Hay que ser muy artista para pregonar
ambas cosas. Luego, fueron sesenta años bien vividos.
Por Ortega, se emparentaba con
los Gallos. El Guadalquivir para él, es un espejo para mirarse, una lentitud
larga como solo podría hacerse alargándose la mano izquierda de Joselito, que
llevaba al toro donde él quería. Canta a Gelves, tierra de toreros grandes, tan
grandes que marcaron historia e incluso según él, tiñeron las aguas del río con
el rojo de su sangre.
Tenía retranca. Un personaje irrepetible. Un hombre de los
que a pie de calle, ve cómo pasa la gente y luego la lleva a las letras de sus
sevillanas - fue el primero en cantar sevillanas en solitario – y rompe la
costumbre de que las sevillanas se cantan en grupo. Experto en el fandango y en Flamenco. Conoce
los cantes de Huelva y el Alosno, donde los hermanos Toronjos habían sentado
cátedra. Él, a su modo y estilo, deja su sello propio.
Decía, que las fiestas de los
señoritos tenían gracia (él saca parte de su sustento de esas noches de jarana)
pero deja un mensaje propio y marca las distancias oportunas cuando afirma que “también
tenían guasa”.
A su muerte, vienen los
reconocimientos institucionales. Como muchas cosas, tarde. Él, un costumbrista
nostálgico (“madre ya no viene el tren / a las claritas del día / que traía los
panaeros de Alcalá de Guadaira…”) ni niños que juegan al toro, ni borrachos que
lleve la barca de Tomares. El Pali, “Trovador de Sevilla…”
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