sábado, 29 de mayo de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Niños con maletas

 

 

 


Están aún recientes, muy cercanas, tan próxima que con solo tirar de un par de teclas las imágenes saltan la vista y se clavan en las almas de los que tienen alma, naturalmente, en otros… Bueno mejor no pensarlo.

Hace unos años, era la imagen de un niño en una playa desierta del Mediterráneo a donde iban a morir, pero de una manera diferente, las olas del mar azul, el mar de Ulises, que había cambiado las sirenas embaucadoras por una realidad que no tenía nada que ver con la que presentaba aquella fotografía.

Otro día, fue la barbaridad de alguien que se llamaba padre y que por hacer daño y venganza había cometido un asesinato atroz. Cuando la Policía daba a conocer los pormenores a uno se le encogía ese poquillo que tiene de ser humano y se preguntaba ¿cómo es posible, Dios mío, cómo es posible?

Ahora, los telediarios ya la han dejado como décima o décima primera noticia que hay dos niñas perdidas, sin que nadie logre saber dónde están porque su padre, le ha dicho a la madre, que no las volverá a ver más. La Policía busca en un mar azul, en el fondo de un mar azul que es negro, muy negro porque tiene también en sus entrañas muertes y teme que estas dos chiquitas sean dos más de la estadística.

Hace nada,r los niños eran unos chiquitos que acaban de sufrir una guerra. La foto de chavales mal vestidos, con ropa raída y vieja, con cara de hambrientos y almas de infinito dolor, subían – los subían – a un tren o a un barco. El destino un país lejano. Algunos, no volverían más. Algunos países eran reticentes a acogerlos.

Hace unos meses el protagonista era un niño perdido, al otro lado de alambra entre EE. UU. y México…

Ahora, los protagonistas han sido niños de Marruecos. Unos engañados, otros conocedores de su miseria buscaban algo mejor que dada su situación, tampoco es mucho lo que pedían.

Ha habido quien se ha opuesto a su acogida. Es verdad que la injusticia no se remedia con parches. Modestamente, pienso que volviendo la espalda tampoco. Estos chiquitos de ojos grandes y más pícaros que el lazarillo son los únicos que no tiene la culpa de haber nacido donde lo han hecho.  Son los nuevos niños de la maleta.

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