Tiene luz propia. El barrio de la
Trinidad nació en torno al convento levantado
en el solar que ocupó el campamente de la Reina Isabel la Católica, en el XV, cuando
lo del cerco a la ciudad de Málaga. Eran los finales de la guerra contra el
reino nazarí de Granada.
La reina cedió aquel terreno a
los frailes trinitarios y desde allí, creció
el barrio. Tuvo muy bien marcados algunos de sus límites. Otros no quedaron tan
claros. Por el este, el río Guadalmedina, su freno natural. Varios puentes a lo
largo de los siglos, lo salvaban en tiempos de crecidas que duraban poco, pero
que eran tremendas. Actualmente, solo el Puente de Armiñan y el de la Aurora.
Por el norte, el descampado de
Martiricos y arroyo de los Ángeles. Recibió el nombre del primitivo convento
franciscano; por el oeste, lo que hoy conocemos con nombres de calles: Blas de Lezo y Eugenio Gross, que arranca en el
Camino de Antequera.
No está tan claro donde termina el
barrio antes de su entronque con el Perchel, ( los percheles de Málaga los
llamó Cervantes), que llegaba hasta el mar. Algunos autores, toman a calle
Mármoles como eje divisorio, si bien dentro del propio Perchel, - se accede por
don Álvaro de Bazán - existe el “Llano de
la Trinidad”. No queda tampoco definido si la ermita de Zamarrilla es
perchelera o trinitaria.
Del convento, desamortizado en
1835, después cuartel, y luego edifico en ruinas que no terminan de recuperar, partía una calle larga, larga, calle de la
Trinidad, que llegaba a ‘la puente’ -
luego, de la Aurora, por el rosario que le dio nombre -. Permitía el paso desde
el arrabal, en el otro lado de río, a la ciudad.
En la iglesia de San Pablo, se
venera a Jesús Cautivo, “el de la túnica blanca”, a la Virgen de la Salud o el Santo Traslado,
pero esa es otra historia, como lo es Zamarrilla, o la iglesia modernista de
Fátima.
Barrio de gente humilde, de vida
muy dura, donde faltaba de casi todo. Perdidos los insalubres ‘corralones’ y
las ‘casas matas’, sufre una metamorfosis enorme. Allí nació, en calle Mármoles, un cante con
sello propio: la Jabera: “Barrio de la Triniá / cuantos paseos me debes /
cuantas veces me han tapao / las sombras de tus paeres”.
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