Asistimos estos días a un
espectáculo espeluznante. Ciudades vacías donde habita el olvido (como en los
poemas de Cernuda) y ese otro olvido de
lo que fue y ya no es. De lo que pudo haber sido, pero por mor de no sabemos
qué, todo se ha ido al garete y ahora vaga como un fantasma y lo llena todo.
Este mediodía los telediarios
ofrecían imágenes de las calles de Granada. ¿Habrá algo con más embrujo que la
noche subiendo por la Cuesta del Chapi, o esos momentos donde el amor llama a
la puerta en las orillas del Darro con la Alhambra al alcance de la mano? Vamos,
como si ella en su lenguaje de poesía dijese algo así como, esperadme que bajo
a compartir el momento con vosotros… ¿Habrá algo más elocuente que cuándo suenan
los pasos por las callejas estrechas con la cal adormecida camino de la
recogida…?
La calles de Granada, hoy habían
perdido toda la poesía que en otras ocasiones nos han dicho que eran ellas, ¡cómo
solo pueden serlo ellas!, que eran bullicio de gente joven que llenaban calle
Navas, Pedro Antonio, o la Plaza del Príncipe…
Me acuerdo de ‘Jabugo’, esquina
de Sócrates con Trajano (“tengo una ensaladilla… ¿a ver qué te parece hoy”? preguntaba
siempre Nicolás, y a mí me parecía, y se lo decía: “todavía, mejor”) y el
Cunini con Rafael que nos buscaba sitio, o aquella tarde de Feria del Corpus,
cuando Jesús nos hizo hueco en la barra porque todo estaba lleno, antes de ir
al hotel, donde tú Barbeito, me llevaste a asistir a la ceremonia de vestirse
de luces Morante…
Dicen, y yo lo creo también, que
la palabra es el don más preciado que tiene el hombre. No sabemos ni cuándo ni
dónde, ni si fue por la noche, por la mañana o por la tarde, pero que en un
momento, Él, que lo puede todo, fue y le dijo: habla. Y habló (aunque algunos
están un montón más guapos callados).
Hoy, no hacen falta mil palabras.
Todo se resume en dos, dos palabras. Hoy, por las calles de Granada se pasean
el silencio y la nada…
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