Te has venido este otoño que
apunta a verano y no quiere ser invierno, vestida con alegría de la primavera.
Te has presentado como quien no quiere la cosa y has llenado el paisaje con la
alegría de tu color que reverbera, llama, se ofrece, se da y pone una nota
diferente ahora que el campo se viste de verde con las primeras aguas…
Su nombre se lo dio un francés
nacido en Paris que anduvo por Londres y Canadá y se la encontró en Brasil.
Este hombre, Louis Antoine de Bougainville, tenía un apellido de difícil
pronunciación, hasta el punto que la planta a la que dio nombre, en cada sitio
se pronuncia de una manera diferente, pero en todas hace evocación de su
remanencia.
A Europa llego en el siglo XVIII,
y se expandió rápidamente por jardines, pérgolas, tapiales… Su elevada estatura
- puede llegar hasta los 12 metros de
altura – y su policromía, la hace pequeña reina en los lugares donde está
plantada, porque ella además, sabe defenderse con unas púas que hacen
retroceder al más intrépido y osado que se atreve a meter la mano donde no debe
hacerlo.
En otros lugares, como el sur y
el centro del territorio de México, le dan
uso medicinal y la utilizan principalmente para tratamiento en las afecciones
de las vías respiratorias: tos, asma, o bronquitis.
Sus flores, que no son flores sino brácteas, una vez bien lavadas, se hierven
en agua y se les agrega para endulzarla miel de abeja. Se toma de manera oral
como puede hacerse con una infusión.
Son plantas que en el sur de
Europa soportan los calores del verano que si son muy excesivos, hacen que
pierdan las hojas y en los climas más suaves, aguantan bien los inviernos
templados, aunque tampoco se muestran muy receptivas a la frialdad del invierno
riguroso.
Lo que nosotros vemos tan vistoso
no son sus flores propiamente – hermafroditas, que apenas tiene nada especial
de vistosidad salvo la pervivencia y conservación de la especie – sino brácteas
axilares, que entre hojas siempre verdes, nos ofrecen un colorido purpúreo,
anaranjado, rojo, magenta, blanco… Yo las tengo – a modo de columnas – para
otear los vientos y llamar desde su atalaya a las abejas que pululan y liban
entre las rosas..
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