Acaba de publicar, octubre 2020,
Andrés Trapiello, Madrid (Ed. Destino 554 pags.), magníficamente
encuadernado, con pastas duras y letra aceptable para los que andamos
limitados, por el uso y por el paso de
los años, de vista, lo que hace que además del contenido, uno se enrede con
sumo gusto en la maraña.
Trapiello llegó a Madrid – ‘rompeolas
de las Españas, que la llamó don Antonio Machado – de muchacho, desde León, que
se le quedaba pequeño. Se ganó la vida al principio, vendiendo libros de puerta
en puerta, y seducido por lo que él pensó que era, en aquel momento, el amor de
su vida.
Uno no sabe si el autor utiliza
Madrid para hablar de él, o es Madrid quien habla a través de Trapiello. Dice
que Madrid nunca pide nada y lo da todo, pero que al llegar, en palabras de
Baroja, hay que ‘ponerse en cola’.
Es un canto a don Benito Pérez Galdós,
a su obra y a su persona. Fortunata y Jacinta, afirma, es la verdadera
historia de Madrid y que Galdós fue el mejor cronista, mejor que Larra,
Mesonero, o los zarzuelistas que escribieron los libretos que luego se cantaron
para dar a conocer como era la vida de aquel pueblo, que ya está casi en el
recuerdo.
Hace un repaso por todos los
autores (la obra, un compendio de citas donde el autor demuestra, que su
conocimiento va más allá, mucho más allá de lo que uno piensa que es la
documentación adecuada para escribir una cosa así). Reyes, Cervantes, Lope,
Goya, Republica y Guerra, Chaves Nogales, Juan Ramón, los Machado, Cernuda,
Lorca, Gaya, Gómez de la Serna, Umbral, Ruano... Imposible seguir. Sería el
listín de teléfonos de antes.
Tiene un toque especial y
diferenciador para El Prado y para el Rastro. En uno, la Historia del Arte, en
el otro, la vida del pueblo. Habla de los ‘rastreros’ en el sentido noble de la
palabra. Allí, ‘se miente pero no se engaña’. El regateo, consustancial al
mercado. No hacerlo es casi una ofensa a quien ofrece su mercancía, recogida
del arroyo y salvada para que la vida siga.
Al terminar la lectura, me he quedado
con una gran satisfacción. Algunas cosas, por conocidas, claras, y lo mucho que
hay por mirar a través del crisol de lo que uno ve. Salta una pregunta sin
respuesta ¿Madrid es una narración sobre Madrid o un ensayo? ¿Serán las
dos cosas a vez?
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