A primeras horas de la noche, se
arrancó un aire ‘trumpnero’, o sea, impetuoso, violento, inaguantable.
Luego, sopló durante toda la noche. Agitaba las ramas, casi doblaba los árboles
y hacía crujir los marcos de las ventanas que aguantaban estoicos.
Vino acompañado de lluvia. Los
golpes de agua se estrellaban contra los cristales fuertes y poderosos. Uno, en esos momentos, se
acordaba de los que duermen en los cajeros de las entidades bancarias, bajo los
setos de los parques, al resguardo de cualquier intemperie…
De haberse echado el viento – era
un levante hosco y embravecido – probablemente las nubes habrían descargado una
lluvia menos violenta. No obstante, las informaciones de esta mañana hablan que
la luvia ha subido hacia el interior, inversamente proporcional a la distancia
de la línea de costa: 15 litros en Cártama, 30 en Álora, 120 en Ardales, casi
doscientos dicen que en Teba. Tampoco es cuestión de escudriñar todos los
pluviómetros de la zona.
El campo, al amanecer estaba
empapado. Despertaba y en cuanto comenzó a calentar el sol, subía el vaho y
todo estaba bajo un embrujo de meigas y seres que viven en las profundidades de
los ancones de los arroyos…
Por cierto, hablando de arroyos, el Jévar que arranca en los tajos cortados al sur de El Torcal, cerca de Villanueva de la Concepción, ha ‘sacado’ un hilo de agua, el de la Piedras, que viene de los Prados de Eslava, ni se ha enterado. No les ha sobrado al del Espinazo del Perro, ni al del Aljibe, ni al de los Chinos que baja desde la Atalaya. En la margen derecha, al otro lado del río, los del Colmenar, de la Dehesilla, Paredones, El Sabinal, Hondo y Acuña, en el límite con el término municipal de Pizarra… siguen como estaban, y ni se han doblado las adelfas.
Las que sí se han enterado del
viento y de la lluvia han sido las rosas. “Guadaña de rosales” la llamó Rafael
de León. Casi deshojadas, en la humildad de la rendición imploraban la compasión y el cariño que uno les da. Ellas
saben que, de vez en cuando, vienen estas cosas. Es el sacrificio
necesario. Dentro de unos días, porque
aún estamos a tiempo, vendrá una floración generosa y esplendida y el campo se
vestirá de verde y volveremos a saborear los versos de San Juan de la Cruz:
“Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura…”
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