El olor lo delata. Es propio,
característico, suyo. Ha entrado por la ventana. No lo ha llamado nadie ni que
yo sepa lo ha invitado nadie. Lo trae el viento, el suave viento de la tarde
que es más brisa, que viento pero que mueve, como quien acuna con mucha
delicadeza, las copas de los cipreses del camino.
La gente está quemando el ramón
de los olivares. Una vez terminado el verdeo, que este año ha sido paupérrimo
porque no ha llovido cuando tenía que hacerlo y recogida la cosecha, ha
empezado a podar y a dejar los olivos como ‘cantaeros de cuco’.
No me explico por qué hay quien
le da tanta caña a los olivos. Más que poda parece tala de cabreros y los han
dejado medio en cueros y cuando vengan las noches de frío no sé cómo van a
acurrucarse. Llegarán las noches frías y asustarán a las lechuzas que se las
andan por lo palomares…
Por las mañanas, muy temprano
antes que se venga la marea y se levanten las ‘malagueñas’, o sea antes
de media mañana cuando se arranque, si toca, el levante, la gente dejará de
alimentar las candelas para que las llamas no se vayan muy arriba.
Al principio, al amanecer uno a
veces duda si es la neblina que se arrancas del río o el vaho que sube de las
huertas Y, luego la cosa se aclara y
sabe que es el humo de la leña que arde en los olivos. En la agricultura
moderna aconsejan triturar la leña. La agricultura moderna consigue con eso un
abonado de materia orgánica, natural y muy favorable para la tierra. Necesita
algunas cosas fundamentales. La principal, que la arboleda está alineada cosa
que el olivar tradicional…. Vamos, una entelequia.
También existe otro humo. Viene
de la mano de los telediarios, pero esos son otros cantares y como cada uno es
muy libre de optar por apretar el botón o no, pues nada. Cada loco con su tema
y… Ahora, cuando escribo estas líneas veo varias columnas de humo blanco – no
tienen nada que ver con el anuncio de si hay o no Padre Santo en Roma – que
suben al cielo como, algunas veces, suben los suspiros que se escapan…
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