sábado, 14 de noviembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pestiños y alfajores

 

 

                                     


Han llegado los dulces. Llevan por aquí ya unos días – yo diría, meses – pero la verdad, un mantecado en agosto es como ir a los toros con una zambomba o en Nochebuena poner un gazpacho con guarnición como plato estrella de la cena, aunque “cosas más raras viéradades, amigo Sancho”.

 A lo que iba. Están ya en los escaparates de algunos comercios. No digamos el granel con que se ofrece en las grandes superficies que casi aconsejan utilizar una pala de mango largo para llenar las cesta. No hay tienda de alimentación, grande o pequeña, medio pensionista o de medio pelo, que no tengan expuesta la mercancía.

Por aquí, por proximidad geográfica, los que más llegan son los de Antequera. También vienen de Rute y Estepa y de allí, incluso una casa que tiene productos que son casi ‘delicateses’ mandan un catálogo con el género y un recordatorio informando que llevo dos años sin comprarles. Le ha faltado decirme, ¿ qué pasa? ¡a ver si espabilas!

Llegan otros, de pueblos cercanos. Son productos que alardean de ‘artesanos’. La verdad que son muy buenos y de una calidad contrastada. De Carratraca y Ardales…

Este año, miren por donde, voy a romper un poco la costumbre  - aunque no deje de picotear  en los foráneos – y me voy a zambullir de cabeza en los que hacen las monjas en los conventos y en los de la tierra, o sea, en los de Álora, mi pueblo. Podría poner la lista. Seguro que por olvido alguno se queda en el tintero. No es justo… La gente por todo lo que tenemos encima lo está pasando fatal. Yo no puedo ayudarles mucho pero en la medida de mis posibilidades, voy a hacerlo. Hay cositas para chuparse los dedos… De verdad, que no es un tópico.

Mantecados y roscos, un vinillo lagareño, pestiños, empanadillas – de cabello de ángel o de polvo de bata- cuajados, tortas y tortitas (que parecen lo mismo pero no los son)  y embutidos de estos ‘alreores’. (Tengo una deuda pendiente con restaurantes y bares y no sé cómo arreglarla. Me puede el miedo).

Quiero hacer bueno, en la medida de lo posible, aquellos versillos de Góngora: “Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías / mientras gobiernan mis días / mantequilla y pan tierno / y en las mañanas de invierno, naranjada y aguardiente / y a ande yo caliente y ríase al gente”.

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