Han llegado los dulces. Llevan
por aquí ya unos días – yo diría, meses – pero la verdad, un mantecado en
agosto es como ir a los toros con una zambomba o en Nochebuena poner un
gazpacho con guarnición como plato estrella de la cena, aunque “cosas más raras
viéradades, amigo Sancho”.
A lo que iba. Están ya en los escaparates de
algunos comercios. No digamos el granel con que se ofrece en las grandes
superficies que casi aconsejan utilizar una pala de mango largo para llenar las
cesta. No hay tienda de alimentación, grande o pequeña, medio pensionista o de
medio pelo, que no tengan expuesta la mercancía.
Por aquí, por proximidad
geográfica, los que más llegan son los de Antequera. También vienen de Rute y
Estepa y de allí, incluso una casa que tiene productos que son casi
‘delicateses’ mandan un catálogo con el género y un recordatorio informando que
llevo dos años sin comprarles. Le ha faltado decirme, ¿ qué pasa? ¡a ver si
espabilas!
Llegan otros, de pueblos
cercanos. Son productos que alardean de ‘artesanos’. La verdad que son muy
buenos y de una calidad contrastada. De Carratraca y Ardales…
Este año, miren por donde, voy a
romper un poco la costumbre - aunque no
deje de picotear en los foráneos – y me
voy a zambullir de cabeza en los que hacen las monjas en los conventos y en los
de la tierra, o sea, en los de Álora, mi pueblo. Podría poner la lista. Seguro
que por olvido alguno se queda en el tintero. No es justo… La gente por todo lo
que tenemos encima lo está pasando fatal. Yo no puedo ayudarles mucho pero en
la medida de mis posibilidades, voy a hacerlo. Hay cositas para chuparse los
dedos… De verdad, que no es un tópico.
Mantecados y roscos, un vinillo
lagareño, pestiños, empanadillas – de cabello de ángel o de polvo de bata-
cuajados, tortas y tortitas (que parecen lo mismo pero no los son) y embutidos de estos ‘alreores’. (Tengo una deuda pendiente con
restaurantes y bares y no sé cómo arreglarla. Me puede el miedo).
Quiero hacer bueno, en la medida
de lo posible, aquellos versillos de Góngora: “Traten otros del gobierno del
mundo y sus monarquías / mientras gobiernan mis días / mantequilla y pan tierno
/ y en las mañanas de invierno, naranjada y aguardiente / y a ande yo caliente
y ríase al gente”.
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