martes, 24 de noviembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Fortuna

 

 

                                               


 

Desde Santiago Millas,  Astorga sí se ve. Poco más de diez kilómetros. Los habitantes de aquella tierra lo andaban todo y dejaban atrás Astorga y toda la tierra maragata. Tenían el mejor negocio de arrieros de  España y llevaban mercancías por todos sitios.

Allí nació Santiago Alonso Cordero. Comenzó de arriero, luego, - de inteligencia natural fuera de lo común -, subió y subió y subió.  A mediados del  XIX está en Madrid y fue entonces, uno de los hombres más ricos de España. Se cuenta que, a Isabel II en una visita le alfombró el suelo con monedas de oro… Vamos, como quien echa mano a la calderilla del bolsillo.

En Madrid ‘todo’ le salía bien. Compró (no dicen quienes escriben de él si por la mañana o por la tarde), todos los décimos de la Lotería Nacional y naturalmente: ¡tocó! Al ir a cobrar, no había dinero para abonar todo lo ganado por el maragato…

Llega la negociación. El gobierno le ofrece el solar del antiguo Convento de San Felipe el Real, - en sus escalinatas, todos los chismes de Madrid -  junto a la Puerta del Sol. Dicen que pagó diecisiete mil reales y que hubo componendas entre Mendizábal y Santiago y que se llegó a un acuerdo (No cuantifican el importe de la corruptela pero a ¿qué suena la música?).

Al personaje lo recoge Galdós: “es un hombre, dijo, risueño y frescote, con cara de obispo, de maneras algo encogidas […] se enriqueció, en el acarreo de suministros…”

Naturalmente entró en política. Acudía al Congreso con el traje típico de maragato, con los escándalos correspondientes de sus compañeros de escaños (¿a que suena también eso de ir con peinados ‘diferentes’ y ropa distinta?). Fue también, Presidente de la Diputación de Madrid…

Y, ¡oh curiosidad!, en el solar, esquina de la Puerta del Sol con  la calle Mayor, construyó el primer edificio ‘moderno’ de Madrid, seis edificios en uno con todas las comodidades de la época. El pueblo, de momento, lo bautizó como ‘Casa Cordero’ y tuvieron hasta que inventarse un escudo nobiliario - rimbombancia obliga -  para la fachada.

Ese edificio es también tristemente famoso porque en sus bajos, en la cafetería Rolando, ETA cometió el atentado que se conoció con el nombre de “Calle del Correo”. Murieron 13 personas, los asesinos, amnistiados; el maragato, que murió de cólera, en el olvido. ¡La vida!


 

 

 

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