domingo, 22 de septiembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Otoñada






Juan de Yepes, el fraile rebelde, nacido en la paramera de Ávila entre Madrigal de las Altas Torres y Arévalo, amigo de Teresa de Jesús:  - “Vamos, Juan que no se avergüenza la dama y se avergüenza el caballero”- , le dijo un día, que anduvo tierras y campos, escribió aquello de “mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura…”

Se ha echado Dios al borde de los caminos; a orillas del río; a la coronación de las lomas… Ha nacido un manto suave y sutil. Es un manto verde como de terciopelo recién salido de la Mano, esa Mano que todo lo dirige y lo manda y lo ordena…

Se ha salido Dios del alcance de los humos de las velas, de las penumbras de templos sombríos donde huele a humedad  y a frío, a distancia que no se termina nunca, a lejanía entre el ‘abajo’ y el ‘arriba’. Se ha bajado de altares donde anida el polvo en sus cornisas y el tiempo viste con pátina de pasado por los días que acumula la Historia.

Está Dios a pedir de los campos que esperan sementeras tempranas, de olivos con tallos ahítos de aceitunas, de naranjales que viran de color,  de pajarillos que saben que vienen los fríos del invierno y buscan cobijo en las tierras cálidas del Sur…

La lluvia reciente, la lluvia que no trajo bajo ella la ruina y la tragedia, sino la otra, la lluvia mansa: “descenderá como lluvia sobre los campos, como el rocío sobre la tierra” ha dejado una sonrisa de vida y el campo ha cambiado su cara. Esa cara que vemos cada mañana cuando apuntan los rayos del sol por el oriente…

Está el campo precioso. Anuncia otoñada temprana. Pregona que nace la yerba nueva. Mejor, apunta con brotes minúsculos, esos que rompen y resquebrajan los terrones de los barbecho o se abre cielo entre los pedregales de las herrizas, entre yerbajos secos y agostados por las calores del verano…

Está Dios a pedir de campo. Juan de Yepes, el fraile rebelde, que les decía antes, nos lo dejó apuntado hace tanto tiempo que casi lo habíamos olvidado. Sí, somos frágiles de memoria. Lo dejó dicho muy claro: “…. y yéndolos mirando, prendados los dejó de su hermosura”.




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