La palabra en sí ya resulta un
poco rara. Dicen que es ese que viene cuando
la gente vuelve al trabajo, o sea el síndrome postvacacional. Afecta a un
montón de españoles. No se encuentran nada a gusto ni con el trabajo, ni con el
vecino de enfrente, ni con el jeque Al-Thani, ni consigo mismos…
Todo es cuestión del color del
cristal y esas cosas que se dicen. Hoy han publicado las estadística del paro.
Publican que agosto ha sido un mes malo, que ha subido el paro porque a mucha
gente le han cortado el contrato y por no sé qué cosas más. Estoy equivocado. Pensaba
que eso se reflejaría en la estadística del mes siguiente. Ya ven, ni zorra.
Como a la gente le gusta hablar
de números van y dicen que el pasado fin de semana en el aeropuerto de Málaga –
acaba de cumplir cien años – se realizaron más de 1700 operaciones de vuelos y
se suspendieron cincuenta por culpa de la huelga y han movido a más trescientas
cincuenta mil persona…
El chuavinismo de una provincia
cercana, bueno de la provincia no, del informador que daba la noticia de una
trascendencia tan grande, que uno se pregunta, a veces, cómo es posible que cada mañana salga el sol
sin que le consulten a él. A lo que iba, la noticia daba a conocer a la opinión
pública que debido a los conflicto laborales del personal de una línea aérea se
había suspendido el vuelo a Barcelona… ¡Tal cual! Palabrita del Niño Jesús que
no quito ni pongo nada.
Dicen también – hoy va la cosa
de estadísticas - que en los países ricos
muere más gente de cáncer que de
corazón. Ya ven. La maldita enfermedad (todas las privaciones de salud son
malditas, no hay que confundirse aunque unas más que otras) que tiene hasta el
nombre feo es insaciable.
También han hecho público que
más de quince mil personas - ¡vaya tino con la cuenta! – en España están
enganchados al alcohol y son candidatos (se puede usar el femenino sin ningún
tipo de machismo) a una muerte segura. Los demás, los que no bebemos, tampoco
nos vamos a escapar pero esos son otros lópeces.
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