El Hacho es a nosotros como el Gurugú a
Melilla; el Pan de Azúcar a Río; el Moncayo a Aragón, o el Monte Igueldo a San
Sebastián. Bueno, para que no se pique nadie o como el Sacre Coeur a París…
Rara vez tiene puesta la
mantilla, o sea, coronado de nubes. Si está, agua segura. Las borrascas vienen del
Estrecho; dejan lluvia. Hay otra manera de llover. La que viene de la mano de
las gotas frías. Eso no es lluvia; es mala leche.
Si el día está claro y en
invierno, a lo lejos, en línea recta, Sierra Nevada. Su blancura la delata.
Desde el Monte Redondo – solo un poco desviado, a la derecha, y por donde se va
el sol cada tarde, si no hay bruma, abajo, la Bahía de Málaga. Esa por la que
el Maestro Alcántara veía los barcos venir. Esa, esa.
El Hacho tiene muchas caras diferentes: un
cuchillo abierto, una meseta en forma de trapecio, un semicirco… A veces, la
erosión juega con la roca y aparecen figuras caprichosas: un búho, un perro que
mira al cielo, o una puerta que podría ser la puerta de una iglesia.
Cuando las sombras quieren, en
ocasiones, puede aparecer la mismísima efigie de Gizeh, o un Buda gigante
sentado que agita los brazos para llamar la atención desde la lejanía. Cuando
niños, en una oquedad veíamos los pulmones de Señor, ahora, de grande, me pregunto, y porqué éramos tan enrevesados viendo esa cosa tan
rara si nunca habíamos visto los pulmones de nadie, vamos, digo yo.
Subir por el Sabinal y los
Cortigüelos es un paseo largo y agradable; si se faldea, desde la Fuente de la
Higuera, muy placentero; si se sube por La Viñuela del Soldado pone a prueba la capacidad física y
si se hace por el ‘Cuchillo’ lo que pone a prueba son las gónadas cuando, abajo,
se ve el vacio. Todo, cuestión de gustos.
A la bajada, si se quiere, como
a pedir de mano, Málaga, a 40 km.;
Madrid, quinientos y pico; a más 6.600 Nueva York; El Cabo de Buena Esperanza,
11.565; el Cabo Norte, donde si se da un paso al frente, al agua, 5.414…, pero
ya se sabe, eso si se dispone de tiempo, y si no, un chorizo al infierno y un
Carbonell, en El Madrugón… Háganme caso, - porque todo eso lo he probado - no es mal
consejo.
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