“Yo he visto a Dios tocando el
arpa de la lluvia”. Lo escribió el maestro Barbeito. Esta noche, de pronto, más
de un angelito – por falta de entreno, ¡ay que entrenar más, muchachos! – ha desafinado
en el toque de tambores y timbales…
Estoy seguro que fue Ella. Ella
es toda generosidad. Sabe que mañana es su día y entonces, en un momento, en
esos momentos que tienen la madres fue y le dijo al Hijo, “Oye, que están
fritos, échales un chorreo”…
Y, a lo mejor, como en aquella
famosa fiesta fue Él y le dijo ¿y qué nos va a Ti y a Mi…? Y entonces Ella, no
le dijo a los criados que hiciesen lo que les mandase, no. Fue y le preguntó al
maestro Barbeito ¿a que tú no has escuchado nunca nada igual? Y el maestro le
dijo que no, que no, y fue cuando él, se
quedó boquiabierto, como aquella muchacha a la que el maestro recitó unos
versos una noche de primavera, y ella se preguntaba ¿es a mí, eso es a mí?, pues eso, y él como no sabía qué hacer fue y se entretuvo
y escribió: “Yo he visto a Dios tocando el arpa de la lluvia…”
Después Ella se dirigió a los
angelitos. Les dijo que preparasen tambores y timbales. Tuvieron que desempolvarlos
de prisa porque llevaban mucho tiempo en el trastero. A Alguno que yo me sé se le fue la mano y
desafinaba en el toque. Eso pasa, en ocasiones, cuando algún angelito se va
todo el día de recreo…
Y vino el chorreo. Fuerte,
impetuoso y Ella miraba la Hijo y sin decir nada le estaba diciendo, ¿pero no
ves como están de contentos? Se les arrugaba la aceituna y se les pasa el tiempo
de verdeo? ¿no ves que no corren los arroyos y tienen secos los veneros….? Le dijo, también,
que los pájaros no tienen bebederos, que se han secado algunos pozos, que…
Y Él que no puede negarse a
Ella, abrió la mano y dijo, vale Madre, vale, ahí llevan un anticipo de regalo,
va de nuestra parte, tuya y mía… y que lo
tengan como presente y como recuerdo.
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