lunes, 9 de septiembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Luz de Dios





Dice el Libro, en el capítulo primero, en el arranque,  que la tierra estaba vacía y desordenada. Vamos,  hecha un lío. Y que entonces, Dios no se lo pensó dos veces,  y dijo: “Hágase la luz”. Y la luz se hizo y vio que era buena y la apartó de las tinieblas y todo eso…

Y como no había nombres, porque nadie antes que Él había puesto los nombres, pues a la luz la llamó Día, y a las tinieblas, Noche. Y desde entonces, hasta hoy, a la salida del sol la llamó mañana, y cuando tenía que recorrer, el sol,  otras tierras y otros mares y venía la oscuridad – que no las tinieblas – y lo llamó noche.

Pero como Dios piensa en todo, pues eso, se le ocurrió poner puntos luminosos para que brillasen por la noche. Eran puntos distantes, lejanos, tan lejanos que a los hombres  - se temía lo que iba a venir después – les costaría mucho llegar hasta ellos, aunque sabía que lo intentarían. Los hombres, porque Dios les dio libertad y dominio sobre todos los seres, desde un principio, no se anduvieron nada quietos…

Y Dios, entonces, dijo. “Cada mañana saldrá el sol. Llenará de luz la tierra y los hombres comenzarán a hacer sus actividades porque estos se tendrán que ganar el pan con su sudor”.  Dios sabía que otros, tendrían pan y otras cosas de sobra y que no todos lo ganarían con su sudor sino con el sudor de otros. Pero Dios cambió de pensamiento…

Y fue también y dijo: “ese sol va a brillar  de manera especial, en los ojos de la mujer y de los hombres que se quien entre sí y, a eso lo voy a llamar Amor” y, Dios vio que la cosa iba quedando bastante bien – aunque sabía que habría más de un desalmado que se empeñaría en estropearlo – pero lo dejó estar.

Y como se encontraba a gusto fue y dijo: “y esa luz, mi Luz va a brillar de manera especial en los ojos de los niños, de esos niños que,  como esta mañana, acudirían a la Escuela, en su primer día de curso”. Él  sabía que algunos irían llorando y, entonces, fue y dijo, “las lágrimas de esos niños serán perlas de la Luz de Dios que chorrean por sus mejillas…”








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