Y, entonces, Él, una mañana cualquiera, hizo la luz y entre la
tierra y el cielo dejó caer Álora. Y fue
entonces, precisamente entonces, cuando
Él vio que Álora era un pespunteo de vainica doble blanca, un chorreón de la
Vía Láctea desprendido una noche de
verano y lo dejó caer entre El Hacho y el río.
Y le marcó cómo tenía que ser sino. Y le dijo que se
chorraría desde el Cerro de las Torres, como los niños traviesos, cuando nos
resbalábamos en las piedras húmedas que orillaban las veras del río hasta
llegar al agua y que, luego, se
remontaría, como quien trepa a gatas, por otros cerros, hasta quedarse a los pies del
Hacho para que, desde allí, si le daba por
volver la vista, pudiese contemplar todo
lo que se dejaba atrás…
Y, allá a lo lejos, no lo dijo pero lo
pensó porque ya lo sabía que los hombres, cuando viniese eso que se llama el
devenir del tiempo, levantarían un castillo, con cerco de murallas y torres y
almenas y otras torres, y torres albarranas, que se adentrarían rompiendo el
perímetro marcado, y esas cosas.
Y junto al castillo hizo que
creciese un barrio de embrujo y misterio, de encanto y poesía, donde
precisamente no sobró nunca el pan pero sí gracia y arte y, en alguna garganta
el cante que rompía el sentimiento. A ese barrio le dieron por nombre El
Barranco, y luego, por mor de que a las gentes se les ocurre cambiar los
nombres dijeron que les parecía que era como un pequeño Albaicín pero más blanco…
Y luego, cuando pasó mucho
tiempo la hizo crecer por otros cerros y se la llevó hasta el monte del
Calvario – todos los pueblos tienen un promontorio con ese nombre como si todos
los hombres no llevasen su calvario por dentro – y la subió, casa a casa,
lentamente, hasta la cumbre y le concedió gozar del más amplio de sus horizontes.
Y pespunteó de olivos – Él sabía
que bajo un olivo su sienes sudarían sangre – y almendros y naranjos
pespunteados de azahares en abril. Cuando lo tenía a bien extendía un manto de
nubes negras. Iban de paso por su cielo hacia alguna parte. Y, de esa manera,
le daba más encanto.
La verdad que no fue así, pero
¿a que pudo serlo?
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