Mediodía. Subo por la cuesta del convento. En el olivar
que orilla el camino una cuadrilla ordeña los olivos. Hablan entre ellos. Tiempo
de verdeo. Las aguas recientes han dado la madurez a la manzanilla. Están los
tallos ahítos de fruto y piden salmuera y aliño y todo eso que las hace que
sean diferentes; las moradas, luego, cuando pasen unos días, al molino.
Comienzan
a alargarse las sombras. La tarde llama con los nudillos en la puerta. Ha cambiado la tonalidad de la luz. Cielo
entoldado. Sopla la brisa. Hoy es casi vientecillo, ese que muchas veces sopla
en la explanada del Santuario. Entro. No hay nadie. Silencio. Me siento donde
siempre. Le recuerdo a Ella, la anécdota que contaba – entonces aún era don
Manuel González – del amigo que se sentaba y sin mediar palabra decía: ‘aquí
está Juan’ y echaba un cigarro…
Aleteo
y arrullo de palomas en el alfeizar de la ventana; al otro lado de las
cristaleras ulula el viento. Se cuela por
las rendijas. Llega a esos rincones donde solo se entran las capas de polvo, los ratones y él, el
viento. Se destila paz.
Ella,
ha regresado. Una temporadilla en el pueblo. Como las madres cuando van a visitar
al hijo que vive lejos. Están unos días y, después, a su casa. De aquí no se va
mover en todo el año salvo que ocurra algo excepcional, muy excepcional y solo entonces…
A uno, Flores, le refresca mucho la mente. Profusión
de elementos ornamentales simbólicos del Antiguo Testamento. Hablan de María: ciudad de Dios, rosal de
Jericó, torre de David, fuente, ciprés de los montes de Hermón, árboles, lirio
entre espinas, arbustos, pozo de aguas
vivas, huerto cerrado, espejo sin mancha, escalera (Tú eres la escala del cielo para subir a la gloria, que le canta su
himno)…, y, sobre todos, las advocaciones del Cantar de los Cantares: “Eres
toda hermosa…”
Siempre me he preguntado quién sería el fraile
que tuvo el acierto de poner el arco toral: “Las flores aparecieron en nuestra
tierra”. Desde el camarín se irradia luz. Físicamente llega a la mediación del
templo. ¿La otra, la luz espiritual, quién sabe hasta dónde llega?
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