martes, 10 de septiembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cuatro gotas







Cuatro gotas mal contadas han hecho que muchos nativos dejen las playas vacías. En una llamada general  han recogido sombrillas y sillas de plástico. Se han acabado las peleas por los sitios más cercanos al rebalaje.

Los niños han dejado olvidados en el desván de la casa los cubitos de colores: rosas, amarillos, celestes, azules –como el mar cuando se pone bonito – rojos, y sus palitas. Ellos pretendieron meter todo el mar en un hoyito y, ya ven en lo que queda todo.

En algunos sitios las cuatro gotas se han convertido en algo más. Las han contado en litros y los litros, cuando no cabían por los sumideros programados,  en ríos de agua.

A veces, cuatro gotas salen grandecillas. No hay manera de controlarlas. La lían parda. Es curioso ver las mismas quejas, de gente diferente, claro,  todos los años. Esto va por barrios. Los afectados exponen un rosario de lamentaciones. Cuentan todos sus males, quejas, pesadumbres…

Lo tengo muy claro. En Democracia hay un medicamento muy efectivo. Se llama voto en blanco. Hay quien opta por quedarse en su casa. Me parece que eso solo sirve para que culpen a uno de lo que no ha hecho. Ya saben cómo se las gastan los de las buenas palabritas.

Si los ciudadanos por una vez nos acercásemos a las urnas y nuestro voto fuese un papel en blanco. ¿Qué pasaría? A lo mejor más de uno se plantea eso de no seguir engañando al personal con ese estilo tan sutil, tan sibilino, de tan poquísima vergüenza  y enorme caradura.

Hace unos años, 28 de septiembre de 2012, el río Guadalhorce se salió  de madre. Siempre se culpa a los ríos. Ellos no tienen la culpa. Están en su sitio. Nosotros nos encargamos de verter en su cauce todo lo que se nos ocurre y más….

A lo que iba. Uno de los responsables de mantener la limpieza cargó sobre los agricultores. “Se han metido en el cauce”, dijo, y ni se inmutó. En agradecimiento lo subieron de categoría. Aún sigue por ahí sacando pecho con su pelito ensortijado. A mí solo se me ocurre pensar y ¿si a éste lo cogieran las cuatro gotas crecidas río abajo? Tarajes, cañas, somieres, aneas para agarrarse no le iban a faltar pero a lo mejor se lo llevaba el agua…




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