viernes, 27 de septiembre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Galdós y otras cosas





No sé si estoy en lo cierto. Tengo entendido que fue Alfredo Pérez Rubalcaba quien dijo algo así como que en España era el país donde mejor se organizaban los entierros. Más o menos. Elogios al muerto y, al día siguiente, pues como que si te vi, ni me acuerdo.

Viene al caso por dos hechos. Uno en el pasado; otro, de actualidad. Leo que don Benito Pérez Galdós murió ciego y pobre, casi lindando con la indigencia y sostenido por la caridad familiar.  En la España analfabeta de su tiempo casi– unos porque no sabían; otros, porque no querían - nadie leía. Lo cierto es que su obra no se vendía y quien vive de lo que publica pues, eso, ya se sabe…

En aquel  Madrid en que vive, o sea, primer cuarto del siglo XX, intentan un homenaje. Buscan con el reconociendo  ratificar su prestigio y  una manera de ayudarle económicamente…. El olvido, entonces como ahora, pan de cada día. Con el tiempo hemos sabido que él es uno cuatro pilares  de la novela española. Los otros tres: Cervantes, Baroja y Delibes.

Es más, recurren al Ayuntamiento de su lugar de nacimiento donde acuerdan dar una cantidad que nunca llegó. Por cierto, don Benito, anticlerical y amigo íntimo de Pereda que era de misa diaria, - qué lección en los tiempos que corren-, jamás mencionó en su obra a su ciudad. Intentan poner en aprieto a un obispo y le preguntan por el lugar idóneo para colocarle un monumento. “En ese, en ese lugar, dijo socarronamente, donde don Benito cita a Las Palmas…!

Al entierro de don Benito, era enero y hacía mucho frío en Madrid, cosa normal, acuden todos los que van a los entierros… Ya se sabe, y más de veinte mil personas en todo el séquito que llenan las calles por el centro y en el camino del cementerio…

Ahora, las aguas andan movidas. ¿Se acuerdan de un entierro en una mañana muy fría de noviembre? Las calles de Madrid llenas. A ver si podemos conseguir movilizar a un número ingente de curiosos. Así el muerto tendría dos éxitos, el primero, el de verdad, el del día del camino a la tumba,  y otro, tan póstumo que a muchos eso del pasado nos huele a polvo muy viejo y a revancha.



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