A la memoria de nuestro Diego Mamely
El ‘Llanillo chico’ era como Maracaná, pero de
pueblo; como Wembley, pero sin yerba y con piedras; como el Santiago Benabeu, pero
nuestro; como el Nou Camp, pero gratis; como el Metropolitano, pero sin
“Mendoza, Peiró y Collar…”
En Álora, el campo (¿?) de fútbol se llamaba el
“Llano Santana”; o sea, Llano de
Santa Ana, pero con síncope, o lo que es
lo mismo, en perote. A los niños no nos dejaban jugar y como alternativa
teníamos el ‘Llanillo chico’.
El ‘Llanillo chico’ estaba, a las faldas de El Hacho,
entre la Raja del Soldado y el Visillo del Rapagón. En las tarde de aire del
norte – ‘aire de arriba’ – allí no
paraba ni Dios que siempre buscaba una recacha para resguardarse y lo dejas
para nosotros solos. La zona Vip en el
Llano de Santa Ana eran las chumbas del Veneno; en el Llanillo, el Quebraero o
las albercas de ‘Cagachín’ y Pepito Pérez…
La Raja del Soldado es una grieta abierta en la roca
de arenisca. Daba pabilo a
leyendas con muertes de soltados en guerras inexistentes. Debe el nombre a “Cristóbal
Sánchez, soldado” que aparece como
vecino de Álora, en el censo de 1561 que el rey Felipe II mandó llevar a cabo
para el cobro de las alcabalas y tercias reales.
Cuando íbamos a jugar al Llanillo no sabíamos nada de
eso. El tiempo – y otras cosas – nos lo enseñó después. Las tardes eran largas;
a nosotros, se nos hacían cortas, muy cortas. Al llegar a nuestras casas nos
esperaba un barreño de cinc, estropajo de esparto y un taco de jabón casero.
Nos dejaba escamondados y relucientes como patenas.
Diego Mamely y Juan Cid que se fueron muy pronto; Parrita, Lucas y Enrique… Algunos rebajan, ahora, peso
jugando al golf o haciendo kilómetros. Con la preparación física de hoy podrían
haber jugado en algunos equipos de los que ponen por televisión.
Nosotros teníamos
unos ídolos a los que no había visto nunca: Ramallets; Marquitos, Santamaría,
Lesmes; Mauri y Maguregui; Kubala, Kocsis y Czibor… Los coleccionábamos en
estampitas que vendía, en el quiosco, María, la del Guerra; los pegábamos en un
álbum con gachuela…
Ignacio Mariscal me
lo ha recordado esta mañana cuando salíamos del ‘Pimpi-loponeso’ (el copy, de Parrita), pero sin guerras, (eso mío)…
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