La habitación es pequeña, humilde. La habitación es
una habitación de una casa pobre de pueblo. La habitación es limpia,
extremadamente limpia; pulcra. La habitación estaba en una casa de un barrio
pobre. De esos barrios que alguien los llamó marginales porque no encajan en
los centros pomposos y rimbombantes que hay en todos sitios. Allí vive ‘otra’
gente.
El techo de caña está sostenido por vigas dispares.
Vigas cogidas del campo, de la orilla de algún río, de un arroyo con poco
nombre… Son vigas asimétricas. No pasaron por el aserradero de algún taller de
madera. ¿En las noches de lluvia se filtrarían las gotas de agua entre las
rendijas?
La piedra de la pared deja claro que no sobró
precisamente presupuesto para rematar la obra; la cal reverbera. La cal suple
lo que otros materiales no aportaron. Una casa de poco pan y muchas bocas.
Una pequeña ventana deja que entre la luz. Es la luz
del día. La luz que regala la Luz para todos. No cobra nada por el regalo. Se
la da, por igual, a pobres y a ricos. Es
de las pocas cosas en que los pobres tienen el mismo trato que los otros, los
que tienen de todo.
En las noches de invierno ulula el viento por las
esquinas. ¿se colaría por las rendijas? Un cristal es el tope. El cristal está
sostenido por junquillos de madera. Son junquillos ligeros y de poco peso. Una
hoja de ventana, abierta deja ver el día.
La cama es sencilla. De tubo de latón. En las
equinas está reforzada por pequeños pomos más resistentes. La cama, o sea el
colchón que pudo ser de lana, de borra o de sayo se recubre con una colcha que
no desentona del ambiente. Tiene, eso sí, su pequeñas, diminutas pretensiones
artísticas…
Una habitación de casa donde la vida fue dura,
difícil, con más vientos en contra que a favor. La lucha diaria algo tan
cotidiano como la salida del sol. La humildad es el patrimonio de los grandes
ante Dios. ¿Cuántos sueños habrán anidado bajo ese techo?
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