Tiene un nombre raro. Es un nombre feo. Cuesta
hincarle el diente a primera lectura.
Ciclo…¿qué?: ciclogénesis. ¡Ah! No es una palabra del vocabulario de andar por
la tienda del barrio. Tampoco es muy corriente que camine entre los cafés
humeantes del mostrador de amanecida de cuando mi amigo Mateo tenía el bar…
Dicen los que saben que ha entrado por Galicia. O sea
que viene del Atlántico. Está cargada de agua – porque es una borrasca de las
grandes- y de aires con mala leche. Vientos de esos que arrancan árboles, se
llevan las antenas de los tejados, arrancan las persianas de los balcones.
Parece como si una confabulación de meigas si
hubiesen dado cita en las costas gallegas. Las meigas del mar; las de tierra
adentro, es decir, las viven en los montes; las de los bosques y las de las
orillas de los ríos… Como si en un patio de vecinas, de las de antes, se
hubiese desencadenado una pelea a la que no entraban ni los guardias.
El campo necesita agua pero agua de la buena; de la
que arrasa, no. De esa la menos posible. En unos días barrerá toda España. Más
por el norte que por el sur. Los informes de los técnicos en meteorología
hablan de ‘cambios’ de tiempo por los cielos.
Han aparecido
nubes. Desde el suelo tienen pinta de cirros. Los viejos hablaban de
“borreguitos en el cielo, agua en el suelo”. Los viejos no sabían de algunas
ciencias modernas pero sabían mucho de experiencia que se acumula con los días
y con los años. A eso le llamamos vida.
Santiago Bartolomé ha colgado unas fotos preciosas de los cielos sorianos. Son de la
zona de Valdelubiel, en las tierras del Burgo de Osma. En Madrid, anunciaban agua de media tarde arriba;
llovió.
Se han puesto a cubierto los pájaros. Los plátanos
del parque bamboleaban sus ramas más altas. Entre ellas se cruzaban mensajes. A medida que corría la noticia había un
alboroto de hojas. La naturaleza se prepara para algo que puede ser sonado…
No hay comentarios:
Publicar un comentario