Las cabras entraron careando por el rastrojo. Caía
el sol de la tarde. Hincaba la cresta detrás de la loma y los animales apuraban
con sus bocados avariciosos los últimos pajotes de una tierra trillada. La luz
cambió de tonalidad y ya no era tan intensa ni tan abrasadora.
El cabrero era un hombre joven. Llevaba un sombrero
de paja; el pelo negro y largo. El cuerpo sudado. De su hombro derecho
colgaba una botija; en la mano izquierda un garrote largo y anudado. Deduzco
que el cabrero debe ser un hombre zurdo. En la cintura, enganchada, una honda
de cinco ramales.
Caminaba despacio. El agua de la botija estaba
caliente y él marcaba el paso al unísono del que llevaban las cabras. El
cabrero tenía la barba crecida de varios
días. Una barba rebelde y negra. El pantalón, deshilachado por los bajos.
Calzaba unas botas de cuero.
El cabrero antes de echar el careo de la tarde había
llevado las cabras al pozo. Sacó agua con un cubo de cinc abollado. La vertió
sobre un pilar largo y estrecho. Al ruido de la carrucha los animales se
agolparon. Sabían lo que venía. Bebieron; apuraron con rapidez los cubos de
agua que sacaba el hombre.
A estas alturas del verano el pozo está muy bajo.
Tiene el agua fría. El sol no entra nunca al pozo. En el brocal ha crecido una
higuera bravía. No da frutos pero si los diese tampoco podrían recogerse. El
pozo tiene una puerta pequeña y un escalón de ladrillo regastado por las
pisadas de otros hombres que se acercaron a sacar agua.
El cabrero tiene las uñas regastadas; las manos
endurecidas y en los nudillos de los dedos pulgares una callosidad que delata
muchos ordeños mañaneros antes que la tecnología llegase al campo…
El cabrero pasa muchas horas solo. No habla con
nadie, no se encuentra a nadie. "Quien habla a solas, escribió don Antonio Machado, espera a hablar a Dios un día..".Comparte su soledad con un perrillo turco de
pelo ensortijado que le obedece siempre que lo manda…El cabrero conoce el campo
como la palma de su mano.
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