domingo, 20 de septiembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Un día cualquiera

Los días finales de septiembre me traen recuerdos de infancia lejanos y llenos de evocaciones. Septiembre tiene connotaciones de principios de curso. Con todo lo que conllevaba y con todo, lo que suponía poner fin a los días largos del verano.

Hace calor. Refresca por las noches, ya no hay tanta gente en la calle, y cuando se anuncia el alba, la brisa de la madrugada aconseja entornar la ventana. Es tiempo de uvas moscateles, doradas, dulces, sensuales, exquisitas.

Por la mañana me he acercado al campo. El campo pide agua. El agua del cielo decían los viejos tiene bendición de Dios. Los viejos no sabían que las gotas de lluvia atraviesan un espacio físico desde la nube al suelo. Están cargadas con el nitrógeno de la atmósfera… La física pone su parte; la fantasía de los hombres, el resto.

Osama es un refugiado sirio que huyó de aquel horror. Cruzaba Hungría y una periodista (¿?) le puso una zancadilla. Osama rodó por el suelo. La imagen indignó a medio mundo; al otro, también. Aquel hombre, además, llevaba un niño en brazos…

En Getafe le han dado acogida. Parece que también le van a dar trabajo. Lo han invitado al palco del Bernabeu… Osama ha dicho – al menos así se ha publicado – que no perdona a aquella mujer que le puso la zancadilla.

Los pámpanos de la parra han cambiado de color. Están atabacados. Muchos pámpanos ya están por el suelo. Anuncian lo que viene. Los gajos que se quedaron atrás ya no están lustrosos. Muestran la decrepitud propia de quien tuvo su tiempo pero que ya pasó.

Están espléndidos los membrillos. Sensuales, pomposos, dorados. Se doblan las ramas con el peso de la fruta madura. Los membrillos reclaman el protagonismo de cada año. Ese protagonismo pasa por el perol, el almíbar, una caña que movía y movía aquella masa dulce y apetitosa.
 

Despido la tarde desde la barandilla de Flores. Hay un empedrado de nubes raras en el cielo; Juan saca unas fotos. Desde Encinasola me llama Fermín Adame. Allí tampoco ha llovido. Por Aracena, sí. Ya ven cosas que pasan un día cualquiera…

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