jueves, 10 de septiembre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sentidos

Me llegan noticias del pueblo. Me echaron de menos en la procesión de la Virgen de Flores, - se agradece -, me preguntan por el cuándo de la vuelta. Me piden que opine de algunas cosas y digo que no las he visto, que no sé, que lo siento… Hay mucha gente que me quier; el sentimiento es de ida y vuelta..

Una amiga me envía unas fotos: están los granados con las frutas exuberantes, pletóricas, y un texto: “he bajado a la huerta, los naranjos preciosos, los olivos ni te digo, los granados ya los has visto, y para colmo se escucha la chorrera del río; todos los sentidos alerta…”

Y yo, en la lejanía, cierro los ojos y veo esas granadas sensuales, -“la graná de la pimpollá; la naranja de la sobacá”- , cada una en su sitio, sin que sobre ni falte nada,  como esos ramilletes de claveles que se pondrán en el pelo, el domingo, para la romería las niñas del pueblo.

Como esas flores que irán en la carreta de andar cansino y lento, con tantos recuerdos a pedir de mano. Claveles y jacas; caballos tordos, castaños, cartujanos… Y una mujer con ojos negros; y el pelo recogido y un suspiro en la garganta y la ilusión del romero.

Sé que a los olivos los ha venido Dios a bendecir y la aceituna que ya no aguantaba más, que pedía el agua a gritos ha dado un estirón, se han vestido de nuevo y están como si fueran de otra familia.

Y escucho en el silencio de la noche la chorrera del río, y el aire que sopla algunas noches, aunque dicen los que saben que el verano no se ha ido… El refranero les da la razón; los viejos, también.


Me refugio en San Juan de la Cruz y hago mío sus versos: “mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y yéndolos mirando, / con sola su figura / vestidos los dejó de su hermosura”.

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